No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, Capítulo 4 [Abr 15-28/2017 - Págs: 142-147]


Último ingreso: Abril 28 de 2017
Continúa: Capítulo IV - La palabra: ¿esclavitud o emancipación?

La reputación el primer edicto de la Justicia natural

 

La estación, demasiado inestable para una temporada cada vez más tórrida y agobiante, aun en la sombra, parecía caracterizar lo sentenciado por el padre Juan, con esa extenuación total de sus días más abrasadores encarnando la intransigencia, la irracionalidad y el ensoberbecimiento de ese avatar político ya de antemano presagiado: irreflexivo, intolerante e incompetente como nunca antes —incluidos los tiempos de dictadura en cuyos arrabales de poder, sumisión y manipulación de la realidad, era presumible tanto absurdo. Ilógico aun para una sombra usualmente idealizada como un refugio transitorio asociado con el renuevo de aires y la reformulación de rutas tanto en dirección como en identificación de trechos e hitos a alcanzar, un accidentado y poco natural derrotero destacando una transitoriedad y una gradualidad acentuada por los tiempos, sin embargo, ponía en relieve una necesidad reflexiva superlativa, y una oportunidad, inútil de ser dilapidada.

Sus repentinos días atemperados, sin embargo, aun cuando exiguos e intermitentes pero como nunca oportunos y contundentes, que como un aliento fresco en ocasional descanso a la mitad de un plano inclinado, manifiestan su advenimiento en cada resuello nómada exhalado en los buses, en las calles, y hasta en los propios kioscos de esquina, pero en especial, en los estacionarios arbóreos donde si algo es perpetua concurrente aun en sus días de mayor extrapolación distintiva de grados, picos e intensidades, es la fiel brisa; tan pronto como la extenuación y el desaliento parecían ir asentando las brasas de su más sofocante torrente, aun por sobre la capacidad de resistencia de un otrora oportuno aliento sur caracterizado en la siempre vigilante veeduría ciudadana: estimulados por un raro aliento llegado en forma de regueros de aire helado desde oriente, sus indiscretas mangas frías se convierten en esenciales hilvanes de acceso de la nueva arremetida de las igualmente refrescantes y nunca menguantes —mucho menos unipolares—, fuerzas progresistas, ante las endémicas y débilmente sedimentadas resquebrajaduras de la deshonestidad, la execración y la indignidad, las cuales, si como siempre se hallaban sumidos en sus circunstanciales conmemoraciones a sus estropicios logrados y búsquedas de impunidad de sus día a día, sus semanas, meses y años de evasión —siempre imperfectas, siempre predecibles y por lo tanto, tarde o temprano expiatorias aunque nunca rectificatorias de su fiel servidumbre a los edictos de lo endeble e indebido de la conciencia humana—, esta vez resultan todas inútiles ante aquel primer peldaño de la justicia plena que trae la tromba: la justicia natural, la justiciera.

La primera condena de ese el más hábil, dúctil y útil de los brazos de la justicia real, la justicia nata, eterna e ineludible como la irrebatibilidad del espejo de cada mañana, aun cuando la frialdad y avezo del ente serial empañara la nitidez de su sobresalto —felizmente para la dignidad del tiempo—, adolece de plazos y de beneficios de carcelería y del siempre previsible factor “propina” de sus más descarados círculos de componenda e impunidad. La reputación.

Su insobornable e inflexible jurado, la sociedad concernida, si bien sin la potestad de esgrimir el grillete y el barrote en la nomenclatura de sus juicios de conciencia, bien suele presumir de la calidad de sus testigos y delatores ad honoren: el siempre vigilante y ético periodismo investigativo, cuyo testimonio, lejos de las formalidades y secretismos de los pactos y connivencias procesales —las más de ellas justipreciadas al valor actual del fino algodón y el almidonado de cuellos y puños—, arremete inmisericordemente tal cual cada tranco con el que se adentra a hurgar los hediondos aposentos de la inconsciencia y la depravación cleptómana, en tanto la sección opinión, cual ríos de anunciación descollando sus voces a mitad de la noche, hace de relatora que pone al corriente a las masas rutilantes, inútilmente intentadas de distraer con cada inmisericorde sicosocial promulgado por las huestes oportunistas y sus voceros —insertados quirúrgicamente en los medios para la promoción de la desatención y el proselitismo—, desde ese su único, pero descentralizado, esencial bastión aparatosamente arrebatado por grillos saltarines y salteadores de códigos y principios, a una sociedad y a una dignidad hastiada de tanta ignorancia y embuste.

Aparecida sola en forma de onda expansiva, sus primeros resultados obtenidos a partir de las propias estructuras congestionadas de la voracidad sin límites que busca aberturas de escape a tanta dispepsia colectiva, las nuevas estrategias de la nueva justicia —en oportuna antonimia a la de la justicia irreal, esta vez no podemos sino atribuirla al pobre—, son la gota de persuasión que pone en alerta a tanta placidez de los dormideros de una imparcialidad hasta entonces tomada en rehén por la insensibilidad y la displicencia. Contundente desde su primera pesquisa, cuyo epicentro ya en replica generalizada en todas las latitudes de este lado sureño del globo como señal de ocupación territorial —las suficientes para hacer temblar, agrietar y exponer una podredumbre única de una corteza también única, tan necesitadas del agua y la cal como del hierro y el soplete—, pone en alto relieve su condición de recuperada, haciendo inapelable ese abrir de caminos hacia esa merecida translucidez de sus aires y a esa perseverada y vislumbrada frondosidad de sus paisajes, ennegrecidos por tanta emanación y deterioro de espíritus y de conciencias endebles y deleznables.

Siempre y cuando asistida por un enjambre muscular y radicular robusto y pertinaz — perennemente con un pie en el peldaño siguiente—, a la vez que vigilante y estratégico aun en el mas imperceptible de los airecillos con el que ese primer aroma a justicia real se cuela y acaricia los poros rastreadores, su edicto asociativo en tiempos de excesivo silencio o colosal estridencia, es y será, la nota más penetrante, impregnable, e indeleble del himno, al cual, si algo le faltara para tomar posesión de la estación entera, así se le haya intentado convenientemente asestar la más ruin de las mutilaciones a su estrofa solemne: sería ese apenas rumor de olas faltante en su ya policromada ambientación de cada fin de semana, con que percutar armoniosamente la roca de líquenes y sus más inspiradores e idílicos testimonios líricos.

 

El beso y sonrojo de la bandera

 

Vital como el respiro diario, por lo tanto, ininterrumpible y a prueba de atascos de un rumbo que tiene como eje propulsor de esa colectividad por lo transparente e íntegro, a la experiencia, la tenacidad y el compromiso de gestas históricas en persistente evocación con cuales alimentar un espíritu absorbente e insatisfecho de una generación del discernimiento en plena formación, cuyo apasionamiento, integridad e insumisión en aras de que el genoma de la memoria perviva será ineludible estimular y salvaguardar —incluidas sus lecciones y moralejas: en el camino, nada hay como alimentar cada siguiente estrofa de la canción con el renglón concernido a cada trecho en avanzada, algo que no necesariamente deba culminar con un izado de bandera y un recuento de mártires tras una gran victoria. Tal cual el capítulo es fundamental en el progresivo construido de la línea argumental, camino al colofón, sin dar espacio para la especulación formal anticipada, así también, la mejilla, los párpados, las manos o los cabellos, tan cercanos y tan lejos a la vez, pero tan necesitados también de tan honroso encargo como la que privilegia al asta y al viento, deben, quieren y pueden hacer las veces de ese aire afortunado y de ese envidiado viento juguetón, y zarandear y hacer silbar de gozo dulcemente hasta el cansancio la seda, incumbiéndose el abrazo y el beso en el trayecto de ese libro único cuya única historia nunca culmina: el de la sempiterna lucha.

Y no basta con un día marcado en rojo en el calendario. Si bien de más fácil recordación para las huestes del olvido, en tanto el color más y más se ajusta a su grado de rencor, al de sus elucubraciones de venganza: ¿Cómo hace el de la mirada serena para mirar a los ojos apenas un día a la semana? ¿Cómo pasa de largo y guarda el saludo solo para la buena ocasión; mientras un deslumbrante blanco destacando la cadena de múltiplos que inspira e incita a esa paz que tutela la memoria, en especial en tiempos de lucha, ansía y ansía esa misma pasión que inspira el escarlata, y desde los flancos laterales ser perennemente acompañado tal y cual era escoltado desde el diseño el satén en pleno orlado ceremonial, desde sus perímetros laterales, superiores, y sobretodo subyacentes, sin que hubiera necesidad más que de cerrar los ojos para sentirse afectuosamente estremecidos, mientras aquel silencio hosco de aquellos nos embiste insondablemente descornado? 

Ah la bandera, como olvidar su impregnado de cada levantar de miradas, sea azul o sea gris su privilegiado ecrán. Su suave retozo a medio hombro junto a nuestra cabellera, y su consonancia con el cántico a media voz de sus marchas nobles que anteceden al paroxismo, a la vez que una señal de liderazgo, es y será el acto puro de reciprocidad a tanta significancia de sus días de victoria, pero en especial, de los de búsqueda. Ella, la eterna acompañante de los más enrarecidos y copiosos aires de su avatar homérico, siempre en avanzada, merece también sanar sus heridas. Pero no de una erosión de ese aire que es su inmortal aliado, sí de la de nuestros días de indiferencia y desgano. La de nuestros actos de ausencia y suplencia de los lemas y coros custodia que alimentan su ondear perseverante por un trivial panegírico virtual que acrecienta la distancia. O la de nuestros silencios y espacios en blanco que junto con el adyacente y el siguiente, palidecen el mapa de nuestro aliento y susurran un coreo que debiera desafiar al rugido del mar embravecido en su nombre, donde si alguna manifestación intentara desbordar sus acantilados, no fuera el de la mordaza ni la amenaza del garrote propias de los entusiastas del reinado de la incuria, la dádiva y la ignorancia; menos el grillete su más encarnizado y bufonesco concepto de poder y dominancia.

¡Ayer, ay solo ayer..!, diría el poeta. ¡Hoy y siempre el mañana..!, coreará la promesa como un eco en la más correspondiente paronimia de ese día siguiente, a veces distante, por un siempre despuntador amanecer que los adeptos al sueño de los callos, el sudor y el jabón como antídoto a la tentación de lo inmundo y fácil, hacen querencia en honor al dicho que alude al Dios bueno que ayuda sin discriminación.

¡Hay señor porqué yo! Diría el falso discípulo hastiado de tanta caminata y tanta prueba de valor. ¡Gracias señor por darme tanto motivo de trascendencia, pero no para trascender, que ya bastantes de ellos se ensombrecen resplandecientes en tu nombre! Dirá el simple orador de viejas penumbras y templos impalpables pacíficamente iluminados.

Y aquel camino polvoriento que al paso del vendaval recobra su esbelta trayectoria y descubre la frondosa curiosidad que con su sombra nos socorriera en nuestra soledad al pasar, antaño... Y aquellas piedras que abyectamente le eran ocultadas su disformidad y aspereza legítimas, zambullidas por su fina capa de olvido, sueña la esperanza: vuelvan a ser ese dulce relieve que reanimen a los callos dormidos, y ese oportuno desnivel que despierte el sentido del equilibrio perdido, y al contacto con la pasión, simplemente sean y sean, y se arqueen en señal de satisfacción tutora de una más de las lecciones aprendidas, en ese apenas instante en un vasto currículo por recorrer en el cual aquel trascender fervorozamente, quien sabe, sea para entonces innecesario.

"Como ayer, la adversidad seguirá siendo ese primer sorbo del afluente que saciará nuestra sed de justicia"



Engranaje: articulación, fuerza y precisión


"La organización: El nuevo enfoque de la nueva estrategia radicular.
La función, la participación y la valía: un nuevo esquema de ese florecimiento múltiple del nuevo constructivismo de una oposición respondona"

Unidas orgánicamente en una estructura atípica, desde el punto de vista político, o más propiamente de aquello que comúnmente conocemos como partidos políticos, aun desde su pre concepción; estructurada a partir de los vacíos dejados por aquellos sus usufructuarios, cuando, haciendo a un lado el anhelo se enfrascaron en una pugna por satisfacer el apetito: una corriente antítesis de la vieja representatividad popular que busca salvaguardar los principios básicos que, al menos conceptualmente, rigen un manual de funciones público en sociedad —como ese irrevocable afán de servicio o aquella invulnerable cautela del bien común, enmohecidas reliquias de pinacotecas ancestrales—, coincidiendo con la inauguración del nuevo auditorio bajo la pirámide en Pueblelo, la Plataforma Ciudadana por la Democracia, que estrena así su primera manifestación instituida, en medio de la más propicia de las arenas que batallador alguno haya soñado debutar: los tiempos de la tiranía de la corrupción, la cultura del desdén por lo endeble, la indiferencia en el pináculo de su asiduidad, y aquella deshonesta exacerbación del patrioterismo y el populismo en la más terrible de sus etapas de metástasis y de repliegue popular, da nacimiento formal al nuevo movimiento.

En la apoteosis de la autenticidad y legitimidad: cada enunciado, cada exhortación, cada idea, que desde la más pequeña y más alejada “Zona social”, cuyo activismo dejara plasmada su primera huella en aquella gesta todavía reciente que pasará a la historia como heroica tras la estocada asestada en el último aliento, habiendo con ello preservado la subsistencia de una democracia endeble sí, y maltrecha quizá, pero nunca mas prisionera ni títere del despotismo corrupto y manipulador: serían elevados en adelante como iniciativas participativas hasta los niveles con la personería jurídica propicia, también enlazados a la andenería orgánica, que si alguna perspectiva inclinada acusara a ese horizontalismo interactivo, no fuera precisamente porque hubiera en ella algún vínculo de interacción jerárquico. Sería apenas la perspectiva panorámica que permite verificar que una estructura orgánica correlativa y vinculante que, tal y cual es la valoración de cada uno de sus miembros en lo asociativo, no admitiera dejar atrás un solo concepto sin escrutar en lo participativo, antes de ser transformada por una escala superior perita en propuesta viable con miras a un proyecto de ley, única perspectiva de legitimidad y capacidad que guarnece la esencialidad de una ley.

Así, si hubiera de por medio alguna atribución final, personal o conjunta, en la culminación del documento final, más allá de la calidad profesional especifica, o de la experiencia e integridad personal de sus ejecutores, tan escasa en estos tiempos: no habría sino una necesidad de enaltecimiento de la importancia y de la corrección, que no de a los especialistas de la mutilación —en el mejor de los casos—, o a los implacables defensores de ese estado de cosas deshonesto que garantiza sus vigencias, argumento alguno para desestimarla, sin que quede al descubierto su felonía ante la opinión pública.

Bienvenido Alzheimer, pero NO gracias


« ¿Que fue fundamental en nuestra gesta reciente y en la icónica precedente de nuestra lucha sin cuartel contra el virus de la antidemocracia arbitraria y el populismo domesticador que solo amenazan nuestras libertades? », se oye decir como un eco amplificado desde las afueras de la amplia puerta de entrada, en tanto un todavía nutridos grupo de asistentes rezagados apuran los pasos a través del largo túnel en forma de “S” que conduce a la amplísima sala de conferencias.

«Shht, no lo digan. Permítanme ser yo quien lo diga_ acota de inmediato con una sonrisa la disertante_, quiero resumir en una sola palabra ese sentimiento íntimo que en lo personal me embarga cada vez que como un solo múltiple, mi voz se une al retumbo de las calles haciendo sentir la causa justa de mi indignación ante la debacle moral que ha llenado las instituciones de caos y desenfreno y una casta política inescrupulosa que al parecer se ha entregado en cuerpo y alma a las tentaciones del dolo y amoldado al imperio de la impunidad que parece no tener fin», es Rosario que tras un breve silencio ante un nutrido auditorio que sigue con expectativa el inicio de funciones de la Plataforma Ciudadana, colma profundamente sus pulmones de aire para la siguiente arremetida.

« ¿Sería la improvisación, la discriminación o el sesgo político lo que nos motivara entonces?_ acota invirtiendo radicalmente el tono de su rostro_, ¿O algún intento de los profesionales de la manipulación de trazar ellos el itinerario de nuestra indignación, sin ellos atreverse a poner un solo pie fuera de sus adentros paralizados por la alusión que mancorna su movimiento fuera del agua, poniendo en entredicho aquello que mueve nuestras convicciones? ¿Lo sería la indiferencia que tiene a la irresolución y a la conformidad entre sus peores enemigas».

«No señor. _arremete enseguida sin dar al auditorio que la sigue atentamente, motivo suficiente aun para un careo de miradas. Fue ese único acto que complementa toda convicción: la presencia organizada de nuestra molestia en el lugar de los hechos que le dio jerarquía a nuestras voces y la sacaron de su anonimato haciendo temblar y diferenciarlos de las de los muñecos falderos. A esos títeres de coyuntura especialistas en esparcir la cizaña y a encerrarse en sus dormideros y espectar tras las cortinas los frutos de su intriga, allí donde la hediondez homogeniza el más igualitario de sus sueños de democracia: la mansedumbre de una sociedad igualmente corroída por el concepto corrupto».

« ¿No fue acaso nuestra apertura a todos quienes con sinceridad deseaban mostrar su ofuscación a un estado de cosas corrupto que tal como nuestro movimiento heterogéneo, también escapaba al sesgo político, el que le dio trascendencia y legitimidad a nuestra causa?»

«Entonces, porque cambiar hoy. Porqué oír hoy lo que nunca fue digno de atención ayer. Somos especímenes de un mismo tiempo, de contaminación y envilecimiento que como una plaga nos asedia, recordemos. La diferencia con los demás es que nosotros si tomamos duchas de limpieza y ponemos la ropa sucia en su lugar. No es que seamos de una casta privilegiada inmunizada a los males de la sociedad, somos humanos, pero nosotros si tomamos del lomo a quienes sucumbieron a las tentaciones de los tiempos y con un beso sincero de despedida, los entregamos a la justicia para que se haga cargo de su merecida sanción. No los blindamos, no ponemos las manos al fuego por sus inmundicias», acomete Rosario ante la ovación de los asistentes.

Paralelamente a ese momento de la celebración, y a manera de comprobación de ese aislamiento total con el que ha sido construido el anfiteatro, los preparativos y pruebas de sonidos de algunas de las bandas tempraneras que participarán en el concierto de la tarde del 29, conviven armoniosamente entre esa solemnidad y dinamismo por un lado, que el silencio de su ambiente tutela, y los sonidos tumultuosos y confusos, de saxos, violines y guitarras, y aquel no menos estruendoso y montañero sonido de las baterías, en tanto algún falseo melódico se eleva y adentra entre las soledades del cosmos, tras haber logrado atravesar la barrera agrisada de la atmósfera humana… Continuará.

Escribe: Rodrigo Rodrigo

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