No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, Capítulo 3 [Mar. 05/2016 - Págs:125-131]

Ingreso: Marzo 05 de 2016
Continúa: Capítulo 3 "La Revelación de Micaela"

Las guerras del hambre

 

Casi de mañana ya, en el sentido menos literal todavía de esa alegoría cromática que suele inspirar el sol ante el panorama enigmático de la noche que no termina, aunque no de esa mirada tan suya que forzada por un itinerario muy personal, las avenencias con manecillas de tiempo y no los edictos de los estados lumínicos gobiernan: finalmente Helen se apresta a capitular ante los dictámenes del sueño. Entre arrullos de silencio y aromas a flores frescas de los jardines circundantes que a tales horas parecieran alcanzar su máximo campo de acción odorífero, y esa usual función de nodriza acomedida muy suyas que atiborran la pequeña habitación en tanto, afuera, matizado por el añil que ha uniformado los tonos del campo, el aún no contaminado rumor acuoso del río y el fresco viento calmo conciertan. Y tan pronto como en bloque acuden el sueño y el cansancio del día a su trajinada vía, presentida quizá, en lo más profundo de su inconsciente de que apenas quedan pocas horas para el inicio de labores de poda y abonamiento en el campo —la próxima y relevante estación en la agenda de quien ya inscribió su nombre en el mismo meollo residente de “Los Oasis”—, la visitante cae rendida al primer pestañeo.

Más, como si aun los minutos contaran en una cuenta regresiva angustiosa hacia alguna frontera entre la superficie del agua y el aire, o la de alguna densa columna humosa y ese final de su fuerza propulsora que avizora frescura, limpidez y aliento profundo: apenas orientada por ese anhelo férreo que hincha sus pulmones al máximo y aun en el etéreo no parece estar dispuesta de perder ilación, los debates se vuelven a afianzar desde aquel entresueños tan afecto a no desasirse fácilmente del umbral de lo racional, y extendiendo sus cepas entre lo extravagante y apócrifo, camino al sueño profundo, se abren paso entre sus propias tensiones y fatigas del día cual si también los sueños estuviesen confabulados con alguna línea matriz a seguir: 

La sed, el hambre o el abatimiento de la voluntad


«Cual es la actividad por excelencia que en los años venideros será fundamental para la supervivencia de la humanidad_ dice la voz que abre esta etapa ultra dimensional de sus escrutinios argumentativos_, Al ritmo y vaivén que vamos en cuanto a asimilación del concepto del cambio climático, y todas sus variantes de prevención como es la provisión, la resilencia y los planes de contingencia ante el descalabro irremediable que se avecina, tal parece estamos pasando por alto algo que desde mucho antes que los efectos catastróficos que ocasionará el clima en sí, como efecto detonante, comience a menguar el sostenimiento de la vida en el planeta: la crisis alimentaria, la cual se desatará en las magnitudes solo vistas en los documentales sobre las tragedias africanas que pasamos por alto, si no logramos, como es la tendencia, a menguar drásticamente los factores que lo aceleran dramáticamente. Un simple análisis empírico nos basta para concluir de que escaseces, además de la moderación, habrá de sufrir la vida entera en el planeta, si esperamos, como es la tónica en nuestro comportamiento, ese último momento que como un baldazo de agua helada nos haga recién ser conscientes de la magnitud del problema del calentamiento, y ya no sea suficiente, ni el tiempo ni los recursos para retrotraer un proceso de distorsión álgido que si algo de unificación se lograra en la sociedad, a esas alturas, no sería precisamente de una búsqueda cohesionada y ordenada de alternativas de solución».

« Si bien los lugares en donde se concentre la mayor condensación de lluvias podrían hacernos imaginar que serán los lugares adecuados desde donde las grandes urbes pudiesen conectar sus cadenas de abastecimiento capaces de sopesar la crisis alimentaria que irremediablemente afrontaremos, no olvidemos dos factores acaso más importantes aun que la propia dejadez de los Estados en dar inicio ya a los procesos de prevención y vigorización de los sistemas de producción alimentaria, que comenzarán a repercutir ante tales contingencias: la excesiva demanda, la desesperación, el desorden y la especulación ante una incipiente y encarecida oferta, por un lado; y el hecho catastrófico por el otro, que todo ciclo en distorsión es capaz de menguar en lo productivo —si es que no lo suprime antes—, que hará difícil el logro de cosechas en el sentido más convencional de los ciclos estacionales. Una crisis que seguramente nos hará recordar a todos, de ese lugar secundario en nuestras primacías globales que hoy nos merece una actividad que nació junto con los cimientos de la vida racional: la agricultura que en su ruta hacia la perpetuación de la especie, se superpuso a la recolección, y junto con la crianza doméstica, a la propia caza y pesca originarias, ¿recuerdan? Todo ello sin contar los trastornos que las migraciones desproporcionadas ocasionaran en los sistemas productivos, para entonces caóticos».

«Y todo lo anterior sin desmedro claro está del factor rezago, de ese inconcebible atraso tecnológico que siempre ha merecido la pequeña agricultura en los países no desarrollados, como si abastecer el mercado interno fuese poca cosa para merecer tamaña atención. Muy por el contrario, quizá por su calidad de superviviente ancestral de esa pundonorosa labor de golpe y arrastre, la agricultura vuelva a ser la última frontera de la supervivencia humana que las tendencias displicentes de los tiempos actuales prevén muy a pesar de la insensibilidad con la que ha sido abordada siempre por los Estados, siempre desde esa mirada gubernamental-empresarial fría y autómata de una búsqueda de minimización del riesgo más inflexible aún que el aplicado en el propio azar bursátil y sus manejos del tiempo y la oportunidad, y de una cosificación del sentido de humanidad y de conservación de nuestra biodiversidad, tan indulgente y acomodaticio en el término más globalizado de su acepción, que no echa dudas de un comportamiento abiertamente parcializado y hasta discriminatorio. Todo ello en desmedro de una capacidad de supervivencia y conservación tan transmisible, que su solo arraigo bien debieran merecer su fortificación con los mismos fines ante las palpables amenazas alimentarias, quien sabe en un futuro nada lejano, cada jardín, cada berma dedicada hoy al exotismo apreciativo, sea en adelante un espacio recuperado al cultivo de productos de pan llevar a los cuales defender con uñas y dientes aun de la propia racionalización del agua »

«La crisis agrícola, que en realidad será la crisis del agua, junto con el colapso de todas las actividades productivas en torno, encarecerán y escasearán también los insumos que los fenómenos climáticos y el arrecio de las plagas a su vez, acrecienten su demanda, perturbando aun más las cada vez más debilitadas cadenas productivas que las sobrepoblaciones y el caos terminarán por desplomar en una espiral de violencia desbordante cuya incidencia, ya conocemos como solucionan los Estados cuando ven que las riendas se les van de las manos. Así, trastornados ya los ciclos estacionales que por ahora todavía podemos darnos el lujo de apercibir desde la platea en una suerte de dimensión teórica clandestina de los acontecimientos, las tácticas de convivencia, o de supervivencia, nunca serán siquiera igualables a aquellas de las que hoy, en medio de sus propias crisis, pueden todavía las sociedades libres preciarse de administrar. Una vez roto el equilibrio entre la naturaleza y los factores climáticos, y el desconcierto haga mella de los últimos rastros de estoicismo y cordura que queden; cuando el derretimiento de las capas polares y de nuestros nevados cuya provisión de agua la ecuanimidad del clima hiciera nuestro vertedero perpetuo haga explicita lo más intemperante de la exasperación humana: sujeta como está a una serie de factores exógenos que escapa a toda facultad gubernativa humana, no habrá lluvia fortuita que calme nuestra enajenada sed, por muy torrencial que esta sea. El deterioro social será progresivo, incontenible y cada vez más devastador que el desatado por el propio clima.»

« A propósito ¿Qué pensarán de estos futuros inciertos, nuestros políticos de hoy, quienes para estar más acorde a los tiempos del libre mercado y de sus ideas propias hace tiempo claudicadas, negocian también la poca dignidad que les queda? Políticos tercermundistas que ya alistan sus baterías para “vencer” teniendo como estrategia fundamental, exponer los trapitos al aire del contendor, más ahora que el tema ambiental parece de uso exclusivo de las ONG entrometidas, o de las cadenas internacionales, pues aun la prensa local parece sufrir de la misma amnesia suya sobre este tipo específico de “pesimismos”? ¿Que dirían esos que van punteando las encuestas de opinión sobre el cambio climático? Hasta hoy solo se oye silencio, mudos silencios incluso ante otras amenazas igualmente mercantilistas y degeneradoras de las especies como la tecnología transgénica y sus colosales secuelas de apropiación ilícita de los recursos genéticos que le pertenecen a la humanidad entera. Y pensar que hay ahora una corriente demandante creciente de productos orgánicos de que sacar provecho. Ahora precisamente que todavía tenemos —tal cual sobreviven a duras penas sus guardianes, los pueblos nativos y las comunidades aisladas del “progreso”—, cuantiosos ecosistemas patentes y una capacidad innata que usufructuar, a diferencia de otros países que se han entregado a los caprichos mercantilistas de los Monsanto y demás redes mafiosas que en colusión con ese sentido avaricioso muy propio de los políticos rapaces se llenan los bolsillos robándole la libertad a los agricultores con la quimera de luchar contra el hambre», dice intentando finalizar la voz que ni la pizca de racionalidad del sueño de Helen es incapaz de identificar por mucho que su subconsciente lo intente, y añade:

« Cual sería su estrategia de lucha, si acaso ya se viviera en un escenario en el cual no se haya previsto un procedimiento por lo menos alternativo —si lo hubiera—, en la lucha contra el fenómeno global, y las fuerzas de la naturaleza acosaran e hicieran ya lo suyo, es decir: la alimentación como un problema incontrolable de masas migrantes azuzadas por el hambre. Tan enajenados están con sus propios conceptos respecto de la anti minería, de la anti empresa, del anti desarrollo, como las causas del atraso de nuestras regiones, que no atinan a percatarse que el anti progreso está mas bien instalado en lo profundo de sus egoísmos cuando premunidos de una displicencia propia de sus mas primarias satisfacciones cumplidas, optan por la inhibición de sus atributos y de sus suertes ante los giros que dan los tiempos y sus nuevos modos de encararlo. Creen que las amenazas causadas por su depredación desaparecerán si solo cierran los ojos a eventos que ya nos salpican la cara, y que al abrirlos todo seguirá igual. Es espeluznante tanta confianza a ese quizá de una providencialidad que confabula con la respuesta ausente, y a una realidad climática que nunca será todo lo convincente posible para ellos, a menos que los haga literalmente “sopas” y no haya una sola corriente de aire suficiente para detener su cocción. Tan seguros estamos de ellos y de sus opiniones sobre el tema, que preferiríamos no oír algún disparate que cual si fuera un segmento de preguntas de algún evento de belleza, seguramente nos causarían hilaridad y vergüenza ajena de solo oírlos responder.»

La abstinencia política reflejo de una sociedad sumisa, la cívica, una indeterminación de la atribución en su máxima intensidad de refracción y coerción


«De aquí cuantos buenos o buenas presidentas saldrían si solo se lo propusieran_, decía en ese son de broma más serio que haya jamás arrancado una sonrisa tan grave como la que desataba Helen entre los nutridos comensales provocando un silencio cómplice que divorciaba el solo de cubiertos y platos de entre sus propios argumentos coloquiales de cada grupo, sumiendo a cada concurrente sino en el más crucial de las introspecciones que les haya tocado experimentar: en esa punzada en el vientre que todos en cierta forma tenían clavado como un estigma dentro de sus más severas autocríticas, pero que al fin y al cabo, como todo ser sobrio y ausente de esa petulancia tan común en la denominada “clase” política, necesitaban quizá que alguien más se lo haga notar para ejercer_, y cuantos parlamentarios que con su solo silencio callen y avergüencen a la mediocridad en debate cada vez que estos se enfrasquen en sus pleitos de callejón».

«O cuantas cabezas de ministerios u otros organismos públicos que sin más argumento que su proceder habitual le devuelvan el principio de toda institucionalidad perdida al Estado: su capacidad política para concertar, no solo con un calificado lado opuesto de la idea, sino y sobretodo con la gente común y corriente que es al fin y al cabo la que motivada por el ejemplo guía, dará el soporte que necesita un movimiento institucionalista. Y por supuesto, sin dejar de lado la capacidad jurídica, imprescindible si de echar a andar la balanza de la ecuanimidad y la imparcialidad se trata, así a secas. Pero eso sí, con la certeza de que nada de esto es factible sin antes haber tenido que poner a militar las ideas, esas buenas ideas, los buenos sentimientos y las capacidades de las que hacen gala quienes practican la crítica».

«Y cuantos sembradores de pautas ciudadanas también se irradiarían desde este auditorio, que hagan arraigo entre las cepas vigorosas de sus émulos disgregados y aislados por todos los confines de la sociedad. Referentes que sirvan de modelo y soporte a otras estructuras símiles y como una marea que alza y mece a la par, no deje otra alternativa que servir de arrastre en el sentido señalado. Sea desde el plano que sea. Sea como partícipe directo o indirecto de su propio concurso político-social, pues si algo necesita el pueblo, es liderazgo y capacidad de diálogo, pero referentes también que emanen confianza y credibilidad de lo que se quiere para el país antes de volcar su apoyo a una determinada causa, y eso solo se logra con la legitimidad que da el argumento y la confianza del antecedente en la foja de vida. Individualmente de la opción que se escoja, desde un partido o desde una plataforma cívica, de forma descentralizada, ya para entonces consolidada como un sistema menos indirecto de participación ciudadana —tal y cual los núcleos familiares que convoca de manera espontanea a los padres a asistir al llamado de los centros escolares de los niños—, será necesario agregar a ese soporte político- social, uno de tipo afectivo-familiar que le agregue calidez al movimiento: una capacidad protectora que sirva de contrapeso sobre cualquier intento de maniobra de los pesos pesados de la decadencia política actuales, que como es obvio, no se quedarán con los brazos cruzados y apelarán también a sus íconos de contra campaña, de ignorancia y manipulación con la pretensión de perpetuar el predominio del retraso, el atraso y la esterilidad como método de prevalencia y dominancia.»

«El anti progreso al que suelen hacer referencia aquellos “adalides” de la componenda, el libertinaje y el provecho propio como coartada a sus desmanes materiales y morales_ irrumpe nuevamente Rosario_, está mas bien instalado en lo más profundo de sus egoísmos, pactos y/o apatías para renovar los ciclos que aun las propias coyunturas económicas, sociales y sobretodo políticas de las propias doctrinas conservadoras que tanto defienden, exteriorizan como hito a tener en cuenta antes de seguir el camino, exigiendo los tiempos un nuevo inicio panorámico en la ruta, y una serie de cambios los cuales sirvan a su vez para aprovechar la oportunidad de rescatar la honradez y recuperar la legitimidad como estructura de ese nuevo ciclo convivencial que se nos otorga. Todo ello no solo será una actitud inteligente, sino y sobretodo, una garantía que avale el éxito del proyecto, y sanee y consolide una ruta a prueba de cualquier corriente manilarga cuyos intentos desesperados de querer devolvernos a sus encierros farandulescos del ayer, el anteayer y el hoy, en vez de volvernos a nosotros a la zozobra en cuyos arrabales suelen ellos moverse mejor, los aísle cada vez más a ellos, regresándolos al lugar que les corresponde. Su experiencia, en “capitanear” tantos procesos como “cambios corralescos” a los que bajo su caudillaje hemos sido ofensivamente conducidos hasta hoy, así lo ameritan»
«Para muestra de que esa espontaneidad que se inmensa con un acto de presencia contundente como el que nos congrega, no es resultado de alguna escaramuza emocional a la que ellos, los negacionistas de lo palpable, de los roles y de los procedimientos universales o para ser más fidedignos con nuestras realidades tercermundistas, “los de la vista gorda”, están muy acostumbrados, plenos de intolerancia y sectarismo sórdido: contados con los dedos de las manos quizá pero con un bagaje fundamental de por lo menos lealtad con el encargo que recibe cada ser humano en cualquier ámbito de la sociedad en la cual le quepa cumplir un rol, y haciendo gala de esa ausencia de pelos en la lengua que los caracteriza y sus conocidas posiciones inquebrantables contra corruptos y déspotas del poder público y privado forjados en sus propios arraigos sociales cotidianos, algunos parlamentarios actuales no tuvieron la palidez necesaria para sustraerse al llamado de su conciencia, como en un rompecabezas sin límites articularon su presencia en este recinto sin que nadie en el auditorio tuviera algún motivo para detener alguna extrañada mirada sobre ellos».

«Y como muestra tajante de que la tan mentada asignación de género y el reconocimiento generacional, de la inquietud y el dinamismo de la juventud por un lado, y la experiencia, discernimiento y olfato aguzado por el trayecto recorrido, por el otro, están presentes aun desde lo circunstancial, dos de los más jóvenes pero no por ello menos combativos, con una especial particularidad de enfoque cada uno de ellos. La arbitrariedad y el despotismo que se afirman por un lado, producto de una deshonesta y muy clientelista relación de poder Empresa-Estado, que hace desmedro de esa otra parte tan esencial en un vínculo productivo armónico, la sociedad laboral-empresarial que no es usufructuaria de ese trato preferencial», alude así Rosario a los atributos que distinguen a la joven mujer parlamentaria, en relación a ese resquebrajamiento que la sola relación consentida privada que el poder solapa, acabando con todo sentido sano de imparcialidad de una relación formal imprescindible.

«La corrupción instalada en el más alto nivel de gobiernos, pasados y sobretodo presentes, por otro lado —en prevención del futuro—, alumbra con luz propia la proyección política demandada de otro de los presentes, cuyo lauro es quizá lo más relevante del poco logro atribuible a este parlamento, al haber desenmarañado una de las principales redes de corrupción carcelaria más recientes, con nexos nada casuales, mucho menos pulcros en cuanto al cubierto de huellas, en la propia Presidencia de la República. Ambos quehaceres funcionales cuya consecución es innegable solo puede ser alcanzable bajo la protección de un halo principista sólido y una perseverancia a prueba de las más ruines oposiciones, dan cuenta junto a una conducta de vida honesta y discreta, de una presencia nada casual de los bisoños representantes en la tertulia, aunque sí de esos modos de mimetizarse en un evento».
Pero no estaban solos, tampoco faltaron entre otros colegas suyos, aquellos pasaditos de años quizá, pero con un olfato agudo intacto capaz de descubrir mas de una mafia del crimen organizado y sus telarañas enquistadas en lo más alto de las esferas del poder. Hombres y mujeres y sus adeptos más allá de lo funcional, que en detrimento de esa auto-amputación de los fines supremos que toda sociedad demanda padecida por los grupos atrapados por el mucílago y la toxina del lado más repulsivo del poder, luchan denodadamente por sustraer desde la propia despensa, una práctica indecente de afinidades asociativas poco afectas al cumplimiento de la ley junto con sus técnicas nada sofisticadas y sí cada vez más desvergonzadas, que hacen extrañar la sutileza de los cuellos blanco de antaño, en un Parlamento de cuya certeza de haber alcanzado la peor de sus contexturas distintivas de todos los tiempos en la historia política peruana, no hay ya discusión alguna, urge que aquella máxima sencilla y espontánea —quizá por ello hasta ahora irrealizable—, de “un gobierno honesto como la gran revolución en el Perú”, hasta cierto punto parcializado producto de todos nuestros individualismos y desencuentros históricos, sea a partir de este inicio de ciclo, oportunamente formalizada y universalizada. 

«Fiel reflejo de los tiempos quizá, de violencia y criminalidad desatada, e informalidad hasta en el pleno ejercicio del razonamiento en ese otro parlamento cotidiano de una ciudadanía excesivamente tolerante con los desenfrenos de estos embaucadores, en desmedro de la distancia alcanzada por estos, felizmente para los primeros, nunca dejarán de estar estos —hoy quizá más que nunca—, con mayor inminencia que antes, de un repentino voto consciente que los deseche del mapa aplastantemente. Un voto responsable que no solo los expulse a ellos junto con su sensación de impunidad que alimenta a la criminalidad organizada que crece, sino que de una vez por todas siente las bases para un cambio de rumbo en esa búsqueda sana de bienestar y desarrollo equitativo que desde bastante aspiramos todos como los anfitriones más forasteros del más indigno de los mundos que nos ha tocado habitar: el tercero. Aquel del premio consuelo, el del cobre y el del último peldaño del podio el más cercano a ese llano tan accidentado y remoto al que sus pequeñas magnitudes nos han relegado». Por eso, agregaba finalmente Rosario:

« No están todos, pues faltan quienes secundan esos modos de ver el futuro de nuestra sociedad desde sus propios quehaceres cotidianos y organizacionales. Verdaderos activistas de la conciencia como modo de vida que el frio de la realidad los ha ido despertando de manera progresiva y ascendente. Aún no es suficiente, es cierto, pero de lo que estamos seguros es de una tendencia vigilante cuyo abrigo ya no más se despojarán para estar más cómodos y por ende más desentendidos en casa o en el centro de trabajo. Y desde ese lado tan optimista que es nuestro deber nunca perder, faltan también, aquellos que no siendo entusiastas de la política, es más aborreciéndola con comprensible razón, esperan dilucidar sus dudas con esos argumentos y deslindes tan esperados como las estrategias y las novedades que al igual que el verbo y su estremecimiento, necesitan también ser impactadas en las cifras. Al final, el número será tan suficiente como la autoridad que le incumba a toda tendencia indagadora cuyos vestigios hallados sean no solo compatibles con sus propios destinos a conducir —hecho único que llevará al ser consciente a estar por encima de cualquier tendencia sumisa o subordinada—, sino la haga progresivamente proclive de equilibrar la balanza, hoy especulativamente a favor de las huestes motivo de nuestras ilustraciones más extravagantes: realidades políticas, corruptas y retrógradas, en gran parte amplificadas a causa precisamente de una desinformación y el juego de cifras que tendrá que necesariamente flaquear cuando los debates verdaderamente democráticos sean expuestos por la prensa independiente.»

Escribe: Rodrigo Rodrigo

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