No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, Capítulo 3 [Dic. 10/2015 - Págs:116-124]

Ingreso: Octubre 15 de 2015
Continúa: Capítulo 3 "La Revelación de Micaela"


Escrutinio


«Si pudiésemos embotellar las buenas intenciones que a borbotones fluyen en este auditorio, toneladas métricas de su esencia salieran para ser esparcidas como partículas de esperanza en el mundo entero. Si ellas fuesen suficientes para cambiar las cosas y enrumbarlas hacia periplos como los que este y otros grupos vivos donde prima la injerencia del ser humano en los destinos de la humanidad ya han iniciado con audacia, aunque insuficientemente para la vastedad y la profundidad de su demanda de cambio: las distribuiríamos por todos los confines del planeta tal y cual fueran concebidas, gratuitamente, pues si algo hay que abunda en este mundo como buenos consumistas que somos, es precisamente la demanda de esperanza y de sus expectaciones en torno de ella. Lamentablemente esta prima hermana de la desilusión que en esta tierra de poderes y sumisiones por tradición, prefiere a los más postergados y a los más vulnerables de la sociedad, requiere de niveles de satisfacción paulatina, antes de que su rastro tienda a revertir en frustración.»

«En parte concebida por una distribución de roles y de facultades bastante distorsionada y muy discriminadora en el desarrollo de las sociedades, un déficit cultural nada casual que se hace más evidente en la orbe de los países no desarrollados, acude con su dosis de deterioro, que da lugar a un fenómeno idiosincrático compartido: la fragmentación del sentido ciudadano. Se espera y se merece más de lo que se es capaz de dar, y quien pierde indiscutiblemente como cuerpo orgánico, es la sociedad. Su dinamismo y su motivación se ven contenidas, y como sucede en todo estancamiento, aquello que una vez fue, o intentó ser, movimiento y fluctuación, se torna en retraso y más aún, en retrocesión, lo cual de primera instancia afecta a los factores que injieren en toda evolución saludable, como la naturalidad del ámbito y su inevitable ascendiente; la espontaneidad, de preferencia no contaminadas por tendencias autodestructivas de ese ser ciudadano y de sus normas mínimas de convivencia, que en el caso de una colectividad racional no afecte sentidos tales como la hermandad, la justicia y la visión aunada de desarrollo, entre otros, cuyo deterioro la dirigirá, como ya sucede de manera iterativa y progresiva en la mayoría de ellos, hacia destinos inenarrables. »

«La ignición descontrolada del delito y la violencia fácil son propias de sociedades que de manera progresiva han ido perdiendo desde sus jerarquías en términos de equilibrio, el afecto compartido de todos sus estamentos por la introspección y la continencia, esa suerte de inspección del motor humano llamado conciencia antes de ser echado a andar cada mañana, cuya dejadez la hace pasto de otras prioridades de fácil deglución, como la primacía del rédito, el individualismo, y esa eterna amenaza de la inversión o sujeción de la escala de valores que la acerca cada vez más a la impudicia», resuena como un vasto entrecomillado escrito en el cielo raso lo dicho por el sociólogo, que sintetiza y grafica los picos de vehemencia de todo lo acontecido en el primer aparte de aquella agotadora y provechosa tarde de debate, no programado, de tanta gente bien intencionada como dice Helen, quien al final de un día ajetreado, yace al fin recostada en esa cama mullida, verdaderamente de alturas, que le ha proporcionado Emilia.

Esa noche, cuando tras un improvisado homenaje ofrecido a Helen por los anfitriones, aun los grillos de la campiña parecían dormir hacia la cima de Pueblelo, ella nunca pensó culminar el día en esa aquella “noche más larga” de su vida que jamás hubiera imaginado ‘padecerla’ en vilo, si así podemos denominar a una suerte de regresión indeliberada en el tiempo que si algo la torturó en ese interminable periodo literalmente en vela en el que dio rienda suelta a su recuento del día en medio de emociones contenidas, fue esa pronta aparición del clareo del amanecer que demasiado pronto inhibe sus instintos naturales de cazadora de imágenes y sonidos. Sea a puño y letra, o a golpe de imágenes en pleno lienzo negro de la noche; perpetrando escenarios más allá de esa espontaneidad mostrada por los nutridos participantes en el diálogo; esbozándolos ya activamente en la toma de posesión de un escenario tan necesitado de ser mutado y refrescado drásticamente como el político, no solo por lo novedoso y lo moderno de las nuevas teorías, sino por todo lo experto y sano que fuera soslayado por las hordas anti limpieza, que ya en nueva conjunción, sirvan de contrapeso y nuevo precedente a un sistema representativo envilecido por la improvisación, una consistente porción de ignorancia intolerable para tan alto encargo, y una pérdida atroz de valores y todo sentido austero y ético de una facultad de vocación y de servicio por excelencia, lo cierto es que entre el deseo y ese contexto siempre atroz de una realidad, de muros cada vez más infranqueables, esta vez había razones para ese optimismo que venía del lado de esa tan espumante espontaneidad en torno de una tendencia: la injerencia civil. Aquella actitud primigenia de reconocimiento de culpa implícito ante tanta inhibición, tanta continencia que acompañara a la crítica supuestamente desapasionada; a tanta apreciación de la realidad, hipotéticamente, vista desde el punto de vista más objetivo y mayoritario, pero que por diversas razones, entre ellas, no querer zanjar con ciertos rasgos de anacronismos y sectarismos, nunca fueran incorporados como alternativa razonable por ese sentido mayoritario que es más vasto de lo intuido; y que decir de sus saberes y de sus teorías para romper los desequilibrios, todas inútiles en tanto no sean puestas en práctica.

Instalada a fuerza de ruegos en una no menos improvisada alcoba a la cima de una pirámide que todavía no ha alcanzado el 70% de su construcción, pese a que jamás estaba entre los planes de su minucioso itinerario llegar a tales niveles del paroxismo que desde aproximadamente las diez de la noche la mantienen sentada al pie de una pequeña mesa de madera, todo parece brotar y materializarse a partir del antiguo diario que en contadas ocasiones verdaderamente significativas saca a relucir Helen. En él, aun sus deseos más impensados se amalgaman tomando forma junto con sus obligadas anotaciones del día, emergiendo instintivamente e instalándose en forma de lectura en su ecosistema personal, eternizando su presencia y decorando de paso, un interminable itinerario de viajera empedernida al cual esta vez a incluido, un viejo candil recobrado de la sala de efectos en desuso en Huerto azul, entre los pocos enseres que dan algo de vida a la habitación. Junto a ella, una máquina de escribir Remington de los años 60s, que a ratos extiende su tictac morsenezco hacia el llano, rompiendo aun el silencio de sus propias rutinas y modernidades de su laptop viajera, hará inútil que algún alzar de miradas noctámbulo inhiba su irresistible curiosidad y no se tope con ese titilar tenue de la última ventana de la construcción, o la primera, que también a ratos, posará de lado de la silueta única de su huésped, sumergida seguramente en una ‘en flagrante’ visión panorámica de fantasía, en tanto, junto a sus paredes verdes tridimensionales, bullan de vida las rutas alternas en la negra planicie, y una suerte de deseo navideño concedido de aquellos ojos fascinados, ponga en evidencia esa incapacidad llanera de ver el panorama completo de la iluminada sabana que el ser fin de semana, y la consideración meritoria de la ilustre invitada, han extendido más allá de su horario permitido.

Pasada la medianoche ya en la cama, cual si desde ya pretendiera dar vida al boceto que tiene extendido sobre la mesa en espera de las estrategias, una a una van desfilando las intervenciones de los asistentes al pequeño diálogo inicial que nunca imaginó Helen, culminaría en esa larga y amena charla de cerca de cinco horas que hiciera perder la perspectiva del tiempo, y el ayuno, al grupo, cuya tendencia esta vez más coloquial del entonces ya grueso grupo de asistentes, no decayó en el almuerzo-lonche de las cinco de la tarde con una tan rara coincidencia de visiones capaz de crear un hilo argumentativo tan símil y resistente como el que da manifiesto a su largo recuento de madrugada. Cual si fuera escrito, leído y citado por una misma persona y un mismo timbre de voz el que susurrara en su mente, una sola idea previa enfatiza ese largo sumario que tantos prestigiados representantes de la opinión encabezan. Mas duchos en la brega, su acento delata más a varios columnistas y blogueros de los medios mas independientes del medio que le ponen la nota acalorada e irónica a la conversación, sirviendo de contrapeso cuando el matiz pretende tornar el panorama, excesivamente colorido. Pero están también, y quizá con mucha mayor proporción los hombres y mujeres de las letras de los medios académicos que, sea desde el activismo facultativo o desde la crítica y la investigación u opinión, tienen su participación activa en ese punto neurálgico de nuestro ser tercermundista: la educación, y junto a ella, como un ser inerte, sentenciada a vagar con el espíritu bajo el brazo, la cultura, que parece revitalizarse con esa nutrida presencia de musas, juglares y de legiones de devotos ejecutantes de la creatividad .

«Si quisiésemos ser más explícitos y amplios en la cobertura del análisis, y tomásemos un arquetipo de confluencia extrema de voluntades y pasiones como es el futbol_ dice Gerardo el ambientalista-educador, y amante también como muchos del deporte de masas_, fenómeno que a la vez que pervive de las alegrías, hace migas también de las frustraciones y de todos sus intercesores, en cuya oscilación, de manera inversa, la esperanza deja de ser ese eje primordial que mueve y determina los estados anímicos de los grupos humanos en lo que se tarda el desenlace: hallaríamos que sí somos capaces de crear ambientes propicios para que lo óptimo no sea solo una oleada de euforia, en esa búsqueda de cometidos, satisfacciones y de bienestares comunes. Juegos totales que en doble entrega, o uno reflejo del otro, nos revelan, el triunfo de lo esquemático por sobre lo fortuito; de lo asociativo por sobre lo individual o lo mezquino, en cuyo juego en posta, aun el propio talento deba someter su capacidad individual al diseño en pro del crecimiento compartido. La clave: la cesión de un lugar primordial al compromiso como una forma de cristalizar el resultado a través del aliento, de un lado, y una real combinación de trabajo y profesionalismo, del otro, al cual se le haya tenido la precaución de añadir una dosis superlativa de entrega que rompa los esquemas de lo convencional, más allá de la presencia de ese talento o esa destreza, que son conceptos más individuales»

«En este orden de cosas, sociedades tan avanzadas como Holanda, Alemania y Dinamarca, solo por citar a un curioso grupo de países que comparten algo más que sus líneas limítrofes, en los cuales los índices de injerencia de sus sociedades en los temas de desarrollo, a la luz de sus resultados, repercuten en sus programas de cooperación hacia estas y otras latitudes donde prima la pobreza, como es obvio, no escapan a temas como la energía; la praxis de coexistencia con la naturaleza, y por ende, a su resuelta percepción de la proyección de la vida en el tiempo reflejada en la lucha denodada contra sus amenazas, las cuales son evidenciados también en el avance logrado en las distintas disciplinas deportivas como competencia y como espectáculo. Quizá unos más que los otros, pero que en modo particularmente evidente no deja de significarse el principio de una misión humanística que los apuntala y distingue, aún de entre otros países desarrollados, lo cierto es que esto debería hacernos pensar seriamente en ser tomado en cuenta como referentes, a la hora de hacer cuentas sobre nuestros relativos avances individuales en este lado del mundo, sesgados tantas veces por una ausencia total de visión largoplacista compartida, entre ese actor escénico y su instigador en la tribuna, que cercenen desde la raíz aquel fundacionismo desnaturalizado que termina por aplacar cualquier señal de optimismo que requiere una verdadera ruta hacia el desarrollo. Niveles de consciencia tales que, en grados lo suficientemente fecundos, que despierten esa siempre carente necesidad de comulgar ideas y acciones, como un impulso eléctrico neuronal, no pare sino hasta que el acto consciente torne en otro y otro, y una implícita necesidad de trascender se cierna por sobre la apatía y el desinterés cundidos a fuerza de mas y mas continuismo perverso, sin que alguna inconveniencia personalista sea lo suficientemente capaz de intentar truncarla.»

«La masiva tendencia por minimizar el gasto de la energía es solo una prueba de ello. Así, conceptos como el uso preferente del transporte público por sobre el del automóvil particular; o el del uso masivo de medios no motorizados como la bicicleta como alternativa estándar de locomoción, clímax del concepto que desborda en especial en la hermana menor de la trilogía de la libertad, el pueblo danés, cuyo desarrollo urbano, como es obvio, tiene prevista toda una red de infraestructura vial acorde a estas primacías: es solo parte de todo un engranaje de percepción real del deber y el derecho ciudadano, que apenas habiendo involucrado a la conciencia entre las potestades del pueblo, bajo ningún punto de vista podría ser catalogado como resultado de una obligación, o mucho menos producto de la atribución de alguna autoridad que antes haya tenido que lidiar con grados de transgresión ciudadana, mucho menos, indiferencia».

«No es una casualidad que Dinamarca, país que en los hechos ha echado cuanto ardid se haya puesto en el camino de la factibilidad de la economía verde, apostando por metas otrora impensadas como las cero partículas de carbono para 2050, que tantas utopías han desatado en el mundo, sea uno de los países que mayor porcentaje de su PBI tenga asignado al sector educación, como tampoco lo es, que sea este el sector que mayor injerencia tenga en el desarrollo de la cultura de las gentes; de sus mentes y del uso amplio de sus criterios».

«Con todas las ventajas que otorga la incorporación de un sistema educativo respetable en sociedades como las nuestras a las que no les bastan las cuentagotas con las que diera la impresión que se nos quiere contentar, y que piden a gritos competitividad para salir del atraso, todo redunda en una terrible mezquindad_ acomete nuevamente el sociólogo_. Ya ni siquiera importa a quien culpar, si al político de turno a quien le conviene una sociedad dócil y condescendiente con sus cada vez más osadas intransigencias éticas y morales; o al propio ciudadano, que en el más claro ejemplo del masoquismo participativo, se auto infringe dosis progresivas de dolor y decepción, al elegir una vez tras otra, al mismo estereotipo de político mediocre y deplorablemente ramplón cuando en el clímax del avezamiento y ausencia de escrúpulos propio de los facinerosos, ha llegado a niveles de desconsideración de su propia estima».

«En favor de los segundos diríamos quizá, pero con relativa razón, que no hay de donde elegir: pero, en ese mismo espectro, plano y excesivamente sucinto de mirar, preguntaríamos, que hay de ese derecho irrenunciable a la reflexión; aquel sano ejercicio del alma capaz de ensanchar el limitado ámbito de mirada del cuerpo, y de desnudar al más vil de los engatusadores o experto dominador del arte camaleónico, de entre ese ser honesto y capaz que como al de alguna especie prohibida, los ojos del cuerpo fueron entrenados para su negación y su confinamiento tras nuestros relativos panoramas. En el caso más extremo de la resignación a ese derecho que en desmedro de ese otro ejercicio, este más bien no cansa, levanta el ánimo y renueva el entusiasmo perdido, y además es gratuito, preguntamos: que hay entonces de esa simple prerrogativa al tamizado de entre lo más controvertible de la sociedad en que se ha convertido el político de hoy. Somos capaces de descartar el pan frío de la mañana pretendido de ser camuflado entre el aroma y la crocancia de los panes del día, pero no lo somos de evitar esa miga sosa y chiclosa que nos agria el paladar, cada mañana y cada atardecer con sus desfachateces dichas o actuadas que los medios propalan cual si fuera pan caliente. Somos igual de meticulosos con el huevo podrido o la papa fermentada que aspiran colarse en la bolsa del mercado, pero no lo somos cuando de renegar con convicción se trata, del cada vez mayor mal olor que emana de esa envoltura retocada y fácil de identificar con la que cada vez se nos pretende embobar por cinco largos años, no dos ni tres, cinco, y lo que es peor, sin que haya un mínimo de consideración por la expectación de los demandantes. Entre tanto la indemnidad de aquel único espécimen capaz de ser mal visto y ser aceptado a la vez, descartable a simple mirada, agiganta escalofriantemente su irremediable acción irradiadora en la sociedad. »

«Pero si hay algo más criticable en todo este embrollo que de sado masoquista no tiene poco, es la lectura que como conclusión dolorosa acude con su agudo punzante al concierto, y es puesta como interrogante: ¿No tenemos gente capaz en este país? ¿No la tenemos lo suficientemente honesta, que por una sola vez no tenga que salir así, con índice des aceptación largamente menguados entre las piernas al final de su mandato? Forzadas o no por el enemigo político, o por los grupos interesados que pretenden manejar las agendas coyunturales con dietarios a todas luces premeditados, lo cierto es que nada hay que desampare más al político de hoy, que los desembalses de sus propios tapujos traídos como una maldición de raza, precisamente entre las piernas. Volviendo a los del llano: ¿que hay del deber de estos de auscultar otros espectros, otros ámbitos donde la probidad y la fecundidad aún no han dado su brazo a torcer, y sobretodo, que hay de su derecho y deber a la vez, de ejercer lo más fidedigno atribuido a todo ser pensante: tomar sus propias decisiones, cada vez que grupos interesados pretenden hacerlo por ellos a través del descrédito de otros en pro de encubrimientos muy suyos; y lo hagan a través de conciencias arruinadas que pretenden ser diluidas y homogenizadas en las de la sociedad con fines igualmente premeditados, en pro de alguna predominancia que más le acomode a su nueva condicionante: la del mal como modo de representación y representado, que de carta libre al albedrío como modo de conducta y satisfacción de sus eternas aspiraciones de supremacía. »

«Referir los más de 30 años de adaptación de una sociedad entera como la del pueblo danés, a temas como la energía alternativa y la reducción de la contaminación, como ejes centrales de su desarrollo socioeconómico, no pretende de ninguna manera insinuar, que conceptos básicos de estructura como la educación y la cultura, hayan también tenido que sufrir, recién a partir de entonces, un vuelco importante en su modo de vida; sino por el contrario, de que fue gracias a ellas, a su fortaleza y afianzamiento en su condición ciudadana generada, lo cual engrandece toda capacidad de discernimiento: que se facilitó esa toma de conciencia tan singular que afianza la ciudadanía y otros conceptos democráticos», dice Ofelia que irrumpe abruptamente tratando de no soltar el tema de la energía. La ‘eshpañola’, como la conocen, por ese dejo conocido adquirido durante su estadía en la “Madre patria”, sorprende a todos con su percepción del asunto, en especial del tema ambiental que la ha llevado a viajar por diversos países en su búsqueda de experiencias.

«Un grado de concertación que solo una sociedad madura puede ser capaz de lograr sin que esa visión única, antes creída que compartida, sea proclive de ser truncada por ningún interés subalterno o personalista de otras realidades políticas. La problemática de la energía y la contaminación, y su predilecta oposición contra la energía atómica, si bien eran centrales en los movimientos antibélicos de los 70s, ante los embates de una industrialización que a la par de la incursión agresiva del petróleo, comenzaba una expansión sin límites cuyos efectos devastadores que hoy vivimos, eran apenas proyecciones y pronósticos difíciles de ser mantenidas como prioridades globales por los demás países, menos hacer cuestión de estado ante protestas que seguramente, como hoy, eran también consideradas anárquicas y hasta sediciosas por los gobiernos de turno: todo ello no hace más que realzar aún más, la gesta seguida por este grupo de países y sus logros alcanzados, sin desmerecer a otros de la orbe europea, que abren el debate a temas más significativos que el simple negacionismo del calentamiento global o aquella supuesta incompatibilidad de la energía alternativa con la competitividad, el desarrollo, y por ende el rédito al que todo inversionista tiene derecho».

«Las lejanuras alcanzadas por Dinamarca, que ha logrado tomar distancia aun del propio grupo élite de países de avanzada en esta maratón por la vida y la supervivencia, es una verdadera materia de estudio vivo, a ser seriamente tomado en cuenta por las naciones del mundo, si queremos realmente entender y considerar, la primacía de la mirada común, como eje propulsor del cambio, en esa búsqueda de una sociedad libre y tolerante que anhelamos; más en tiempos de una gran apatía respecto de temas básicos de convivencia y desarrollo equitativo humanos que le ha tocado vivir a nuestras generaciones, y en tiempos también, de ausencia de compromiso y de despilfarro y agotamiento de recursos. Y anhelar también con ese mismo énfasis, esa misma madurez alcanzada por ella, capaz entre otras cosas de tomar control de un estado de cosas; y tomando como cimiento un nivel cultural afianzado, que a su vez descanse bajo una estructura educativa sostenida: ser capaces de lograr una toma de conciencia suficiente para cambiar el rumbo desde la convicción, sin que haya necesidad de salirse de ninguna orbe, menos hacer uso de la coacción, apenas teniendo a la transparencia y a la evidencia como ejes del convencimiento, de nuestro lado».

«Bajo esta perspectiva, progresista por cualquier ángulo que se la quiera mirar, y teniendo como premisa que se trata de un proceso que alguna vez haya que comenzar, seria y ambiciosamente, de modo que quede una huella difícil de ser soslayada por algún aventurero entrante, bastaría que algún osado candidato que no tema al ciudadano educado y culto en nuestras tan venidas a menos realidades tercermundistas, prometiera, pero con sustento y sobretodo con convicción, ese incremento inusitado en la asignación del PBI al sector educativo, para ver como llena de manera abrumadora los ojos de aquellos votantes crónicamente incrédulos. Un sentido de progreso del cual la gente se sienta parte a partir de una mirada distinta de temas banales que denotan la pertinencia o no de un candidato, y sin postergaciones, promueva un crecimiento en bloque de la sociedad, de sus perspectivas de desarrollo a través de una mejora de sus niveles educativos. Que tenga el suficiente criterio para divergir con el actual sentido discriminatorio que adquiere la educación entre lo privado y lo público, para ver, como una repentina pre-unificación de visiones se gesta en la sociedad, capaz de poner en jaque a cualquier tendencia perversa que la degeneración política esté incubando en algún sector de ese individualismo ciego que hace mucho ya, renunció a su derecho a discriminar lo sano de lo enfermo; lo benéfico de lo perjudicial.»
 

Último ingreso: Diciembre 10 de 2015

Los jóvenes y el cascarón

«Sin duda alguna, la crisis alarmante de pérdida de valores y la cada vez más prematura incursión en la criminalidad y la violencia de los jóvenes, está directamente relacionada con las políticas y los políticos que han antepuesto sus ambiciones personalistas por sobre los mandatos de una sociedad que entre otras demandas pedía, oportunidades sanas y ejemplos sanos a seguir, y no ser privados de manera desleal, incluso de ese derecho moral a la consideración de la justicia como el último bastión de la razón de un orbe civilizado. Ese pacto grosero de impunidad con el que ya desde las postrimerías de un ciclo de gobierno, se sienta las bases para un accionar funesto de la justicia, llamémosla política, llena de privilegios e inmunidades y fortalecida por la infiltración política de las instituciones jurídicas, es una forma mas descarnada de incitar a un delito seguro y garantizado, y a un clientelismo a prueba de deslealtades», intercede Darío el filósofo.

«La abrumadora sensación de corrupción descontrolada, que felizmente para la resistencia moral comienza a repudiar cada vez con mayor énfasis, Sudamérica en bloque, es claro indicativo de que se hacen urgentes unas medidas que hagan sentir de manera radical un quiebre en ese orden de cosas establecido para que esto no prospere, y eso debe nacer de una actitud básica, inaudita, que comience a partir de una reflexiva conclusión que cambie el molde establecido en la elección de las autoridades, no solo políticas, en su control, y sobretodo en su derecho de revocatoria, pero debidamente salvaguardado contra las fuerzas deshonestas del cinismo político y sus leguleyadas. La pobreza moral y la mezquindad partidarista, deben parar, o dentro de poco el nuestro será un estado de derecho inútil e incompetente del cual, con menor esperanza de la que todavía contamos ahora, y con pocas probabilidades de éxito, invisibilizados por un anti-civismo como política de Estado, cuya amenaza sea propagada y asentida por las masas: pugnar por salir, sea la más improbable de las gestas con la cual contar, en ese futuro no imaginado pero previsiblemente tendencioso hacia donde nos deslizamos irremediablemente si tenemos en cuenta un mayor índice de descomposición social e indiferencia generalizada de entonces».

«El poder político, sobre él descansa todo el peso de nuestro futuro, futuro borrascoso e incierto que no hemos aprendido a manejar, siendo como somos, los dueños de nuestro propio destino. Hasta hoy los indicios nos dicen de todo lo mal que lo han hecho, ellos, de lo contrario, los índices de atraso y desigualdad, en términos netos en este lado del mundo, no serían tan proporcionales a los niveles de corrupción e ineptitud suyos, mucho menos a los niveles de contemplación hacia esa lacra por parte de gran parte de la sociedad, que no es mas que la moraleja a su fruición. Ante ello, ¿queda la inanición, o la disposición? ¿La pasividad o el activismo? ¿La esperanza de una reivindicación de los de siempre o el compromiso de, de una vez por todas, entre todos, inmovilizar al lagarto y reemplazarlo por nuevos especímenes en los nuevos aires que hoy felizmente soplan con la misma fuerza de nuestros desengaños? Los mismos que, sumados a la experiencia de quienes si merecen ser rescatados, hagan el “team de ensueño”, por lo menos para ese primer peldaño de la esperanza que es la recuperación del equilibrio justicia-equidad, lo cual sería ya mucho».

«Si la elección de un candidato está tutelada esencialmente por una delegación de facultades ciudadanas que ellos confundieron con un justiprecio a su habilidad de hacer añicos el erario nacional a cambio de migajas, no queda sino incursionar personalmente en esa búsqueda de bienestar que es el fin que la sociedad busca y no halla en ellos. Y darle el valor agregado a nuestras solas esperanzas bajo un lema mutado como nuestras actitudes pasivas: La revolución de la honradez, que de lejos sería más fructífera que toda la danza de millones sobre la cual se aglutina un grupo de intereses que siempre tendrán las de ganar si seguimos secundando el mismo sistema representativo que hasta hoy, solo ha sabido ofendernos», concluye Darío.

«¿Se ha preguntado alguien el porque del protagonismo de los jóvenes en las pequeñas y grandes manifestaciones de cambio sucedidos recientemente en el mundo, que más allá de los quiebres políticos logrados, o de sus amortiguamientos o latencias, han cambiado esa forma tan sesgada de verlos, siempre desde una perspectiva capaz de esperar todo de ellos, incluida la violencia, excepto esa inesperada actitud tan racional, su serenidad y fundamentado propósito muy pocas veces visto desde el lado de un estado de cosas, acostumbrado a tildar y a prejuzgar como vándalo a todo aquello que pretenda ‘mancillar’ sus círculos viciosos de “paz y tranquilidad social”, en el mejor de los casos..?», acude de improviso Marcela la poeta tratando de matizar con realidad lo dicho por el viejo defensor de los derechos humanos.

«Todos lo fuimos. Cada generación lo fue en su momento, crítica acérrima de cada nubarrón que intentaba posicionarse y posesionarse de nuestro panorama futuro, en una de las edades fuente más preponderante de nuestras vidas, después del alumbramiento y luego, allicito nomas, tras ese otro nuevo descubrir que significaba el paso a la nueva experiencia que, la escuela, los nuevos amigos, puntos seguidos más allá del pequeño mundo de los primos o los vecinos que con sus rutinas de siempre, nos exigían nuevos retos para nuestras nuevas saciedades insatisfechas. Experiencias, descubrimientos, póngalo en el orden que quiera, son esos los legados que de ninguna manera les será de utilidad a cada nueva camada generacional que incursiona en la escena de la supervivencia de la esperanza, si antes no sacamos a relucir cada lección aprendida que acaso se halle guardada en nuestra más querida vajilla interior dispuesta a convertirse en experiencia, y todo ese sentido de reciprocidad que signifique el aporte de nuestras propias moralejas en esa lucha por un futuro suyo que, en cierta forma, es también nuestra propia revancha, más en estos tiempos de turbulencia moral que se nos avecina de no aportar todos nuestro grano de injerencia».

«Suerte de exosmosis depurativa múltiple a nuestras más hondas cerrazones que, por cualquier conducto que tomásemos, siempre y cuando en acto sincronizado, sea capaz de exudar nuestras propias negatividades que, por acción u omisión, nos llevaron a un estado de cosas presagiante que pinta de zozobra, perspectivas ajenas muy nuestras».

«Una vida en bienestar muy nuestra que solo a nosotros compete librar de tanto vaho que la envanece, y la exente de una vez por todas, de por lo menos, toda amenaza plausible de ser evitada por la propia mano humana. Justo ahora que la pervivencia de la humanidad, o una simple cuestión de honor nos exige mirarnos fijamente a los ojos en lo que, de lejos, ya se ha ganado el tiempo ser denominado, “La era de los espejos rotos”».

«Empecemos por salvar a la humanidad de la inhumanidad humana. Vivimos tiempos fértiles para el prejuzgamiento y la represión, y si a ello le sumamos el desaliento, la impaciencia y sobretodo el conformismo, o lo que es peor, la fácil complacencia, en menos de lo que canta el gorrión tendremos un régimen autoritario que ya sabemos hasta que límites es capaz de embrollarnos e involucrarnos en sus círculos clientelistas de masas, pues, ocupados y ofuscados como están los políticos de turno en dar rienda suelta a sus egoísmos más discriminatorios y a sus preeminencias cada vez más descaradas, no son capaces de advertir, quitada ya la careta que los mantenía atados a un mástil que no era suyo, nunca lo fue en realidad, fue el viento en popa el que los puso allí: que el enemigo urde, entre sus conocidos y abombados aires de recapacitación, renovación y depuración, todas ficticias, la estocada final a los harapos de institucionalidad que nos queda, y es una verdadera proeza que hasta ahora haya recién aflorado ante el ojo ciudadano, en toda su magnitud maledicente, ese verdadero yo por sobre sus livianos hombros que la juventud, aquella que es capaz de formar su criterio en base a conclusiones muy propias, estamos seguros estará a la altura de su repentino rol, y será finalmente quien corrija y sancione.»

Pero si la cuota de crudeza y realidad se albergaba en un nutrido grupo de participantes vigilantes de una realidad social y política que ha tomado ribetes de deterioro nunca antes imaginado, el medio artístico presente, como no, era el que le daba el toque complementario que todo sueño irrealizado necesita para no pestañear en su intento de perpetuar el pensamiento. Con su trazado y proyección tridimensional, si cabe el término, de un futuro que como el himno no hecha girones por la contaminación involutiva de los tiempos, o la bandera y el jabón que reprocha a gritos tanto a manos como a frentes, haber claudicado así tan mansamente en su función de despercudido de infamias y traiciones facinerosas, exigiendo, no volver a ausentarse de nuestro escenario con sus huellas efervescentes de espuma in crecente, y volviendo a ser el símbolo de una férrea consigna que retome el control de la lumbre en la plaza mayor de nuestras mas caras esperanzas: la actriz, la otra actriz y la otra, los actores, todos de la mano primera de los y las, generadoras de imágenes manuscritas, pronunciadas o cantadas, prevalecen en el escenario de los sueños de Helen, reverberando con sus frentes la luz del reflector de sus primeras filas hacia el podio, seguros, seguramente de su función activa en esa gesta de larga data de dar vuelco y retomo del camino, de un ser a partir de hoy, bisagra, que multiplique las armazones de la nueva plataforma ciudadana.

«Todo se organiza hoy. El fin, acceder al poder, llenar de privilegios, si no de deshonestidades, a círculos exclusivos que no son todos los que llevan al poder a un electo, basado en la persuasión de sus también organizadas plataformas anti criterio. Aún las mafias que toman control de nuestras licitudes se organizan para delinquir: porque no pensar en una ciudadanía organizada», dice Rosario cual si fuese parte de su libreto, eso quisiera, que solo se tratase de una ficción, pero la realidad frunce los seños y eleva los decibeles de su estrofa.

«Y no es que queramos usurpar ninguna función a nadie. Como podríamos hurtar algo que por derecho nos pertenece: la política, entregada en subasta no pecuniaria al mejor ponente, resalto el término, al mejor, que asumo existe ¿no es así? No solo capaz y de un plan factible de desarrollo, sino de una calidad moral que, a la par que garantizara la consecución del proyecto, sirva también como reflejo de consideración de la cosa pública en el resto de la sociedad. Que pedimos a cambio, nada extraordinario, apenas una capacidad facultativa y dimensión de debate para concertar temas de trascendencia que a nosotros, más que aquellos que ya cruzaron la línea, nos urge, pero nunca, aquellas reyertas de callejón que si quisiéramos eso de ellos, tomásemos al hampón más medianamente avezado de la periferia para que no nos estafase tanto».

«Que mejor para la política y para la sociedad que un ingenio distinguido, y un equipo capaz de hallar alternativas de salida que antes piense en ella que en intereses subalternos, propios o afines, y tenga claro que hay un interés global salubre por encima de sus problemas de iliquidez moral y mental que el ser avaricioso y la tendencia cleptómana de su ser común, extralimita. Y por si fuera poco esa hoja de vida pública que hoy parece sacada de entre los requisitos de algún programa policial o farandulero con los que día a día, hora a hora, los medios no vacilan en vaciarnos la mente y extraernos de los temas trascendentales que agobian a la sociedad, a la cual la quisiéramos ver nuevamente digna, de respeto y sobretodo confiable: lamentablemente o felizmente, eso solo puede ser posible resultado de una profunda reforma política. A propósito, cabría plantearnos la siguiente pregunta, a quién correspondería hacerla, ¿a ellos que son el problema, o a quienes les dieron vida, la sociedad? La respuesta es obvia, pero antes habría que pensar en formatear gran parte de nuestro propio disco duro, ajustado ya a imagen y semejanza de sus propios intereses y beneplácitos?» ... continuará

Escribe: Rodrigo Rodrigo

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