No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, Capítulo 3 [Nov 24/14 - Págs: 79-91]

Nuevo ingreso: Noviembre 24 de 2014

Capítulo III

Allá abajo

Como no sentirse feliz, en ese luego presentir del aroma azul, o del rosa, revoloteando el imago de nuestros pensamientos. Si siguiendo los rastros amarillos trazados a punta de garbo sobre el césped en pleno día de sol –instintivo, presentido, revelado, que mas da–, y aquel advertir plenos de consideración de la rama quebrada entablillada, o la excesiva frondosidad de las paredes verdes que matizan su angosto pálido. O, al auxilio de algún leve fulgor de la gran urbe que duerme, encubiertos por el silencio y el murmullo verde del campo, tanteando el camino grabado en la mente apenas en la víspera, al anido de los contados lúmenes de luz dejados en la retina por el ocaso, los suficientes para no opacar el suave canto sonámbulo del gorrión.

Si siguiendo las huellas más apetecidas de transitar por los hermanos del poniente, los más ajetreados por la vida, pero los más hacendosos también, si consideramos el esfuerzo quíntuple de aquel tutor de viaje, de una maltrecha nave llamada vida —otrora propensa de mantenimiento y amor. O, al contraste del cálido barullo del viejo en sueño y de nuestros recuerdos futuros, en tanto el olor de su piel impregnado entre los troncos de los nogales recién cosechados nos recuerde, cuanto hay por hacer, y nos fustigue lo exiguo del tiempo.

El día y la noche. Espaldar mullido de espectador el uno, que al atardecer recuenta los frutos recogidos en el cesto. Tablero, lápiz y transportador; línea, distancia, recodo, y algún leve instante de somnolencia, el otro, que expresen entrambos, el significado de la vida y sus piezas faltantes; las menos intensas quizá, en color y forma, y altamente prescindibles ante el color incontrastable del fondo lustroso de algún imaginario glacial, tal vez, pero con tanto que decir y tanto que ser oído bajo esa capa de colinas y cuencas profundas que dejaran a su paso tantas primaveras.

Así de largo y conciso, si acaso pudiéramos sucintar aún más el lapso del tiempo de tránsito del día a la noche, o viceversa —aun si sólo lo quisiéramos entrecomillar para algún anecdotario postrero—, podría resumirse el título del ambiente vivido el día de inauguración de las dos primeras plantas de  “Nietancía”, un ya necesario dispensario apenas en nacimiento en pleno centro de ‘Pueblelo’, de ese gran proyecto de resocialización del adulto mayor y niño de la calle, del cual, si algo se pudiese destacar como objetivo paralelo acaso más importante, pese a la jerarquía de su principal motivo de invocación basado en el rescate y la calidad de vida negada a algún estrato poblacional inadvertido al ojo colectivo, era, ese gran impulso altamente consensuado que movía al proyecto matriz: hacer de éste, un prototipo de urbe ecológica cuyo 99% poblacional respire y transpire sostenibilidad apenas traspasada la puerta imaginaria al futuro de este verdaderamente pequeño oasis; empuje que ya había embebido a los profesionales a participar, cuyo interés en la demanda de inscripciones al ciclo de conferencias del  festival, sorpresivamente lograba sobrepasar toda expectativa, al extremo de tener que acondicionar una sala de conferencias al aire libre en el área destinada a la cancha deportiva.

Tan multidisciplinario  era el programa destinado a articular el común de los temas que preocupa al ciudadano común —cada vez menos escéptico tras el  paulatino arrecio de los fenómenos climáticos—, en su interacción con el medio ambiente, desde una óptica de ese largo plazo ausente en la vorágine coyuntural de la supervivencia a toda costa: que el solo nombre de la manifestación de tres días de duración, —gratuita y orgánica por donde se le mire—, era ya una tentación envuelta en dos hojas de lechuga crujiente, con algunas gotas de agua fresca todavía dejándose resbalar al primer contacto con el paladar.

“¿Consideras tuyo este mundo, y el de tus hijos y nietos? ¿Quisieras salvarlo o preferirías que lo hagan otros, y quienes, y cuando? ¿Crees que hacer algo por él, va contra tu imagen y desarrollo personal, el de los tuyos o el de los demás?”

Tres disyuntivas simples que resumían todo un trasfondo social sobre el cual interactuaban una serie de factores en su búsqueda de indisponerlo con el común pensar de la población, “adiestrados” por así decirlo, por el ser cortoplacista, el especulador y hasta el ser dogmático de una jurada oposición a un principio, el más libre que pueda existir entre los tutoriales de la palabra rehabilitación que fundamenta a una corriente pura y sin matices en el mundo como es la lucha por su supervivencia en tiempos de un advenimiento, algo nunca tomado en serio por el negacionismo. Seguidamente, y en letras quizá —solo quizá—, excesivamente en mayor relieve que el propio título de la convocatoria, la relación de una lista abierta de profesionales de renombre, nacionales e internacionales; desde gente propiamente relacionada con la salud y bienestar de los habitantes de ese centro poblacional, que ya suman algunos cientos, hasta literatos, poetas y filósofos, pasando sin duda, por gente involucrada en la ciencia ambiental y general.

Era una tentación que algún pintor presente al final de esa primera sesión de análisis no desaprovechase en plasmar entre alguno que otro escalofrío del tiempo, de sólo ver a algún diestro de la materia sacar provecho de su condición profesa departiendo alguna copa de vino con alguno de los homenajeados, como si de algún colega de contiendas se tratase, tratando de extraerle, desde el punto de vista más instintivo posible –lejos del martirizante influjo del diván, el auditorio, el cadalso o lo que fuere–, su idea de bienestar a partir de sus experiencias, e inexperiencias, vividas o no, por las pocas alternativas de elección y ocasión.

Reivindicación, reciprocidad, resistencia

«Vamos a darle al pueblo verdaderamente un motivo para creer, y hacerlo tan cercano y partícipe de este proyecto  que revolucionará el criterio de las personas». Fue la frase que dio inicio al discurso de inauguración, expresada nada menos que por el propio Ben Greenwood, cuya presencia fuera la sorpresa menos conjeturada de la noche, y que rompiera repentinamente en una ola de murmullos en el salón. Un inicio apoteósico desde todo punto de vista pues en el se resumía ese nuevo estado de ánimo de una corriente que a todas luces pretendía un cambio en la estrategia global, y si alguien en el movimiento daba la impresión estar al nivel de interlocución de los mandamases de las principales potencias económicas, era precisamente Greenwood, y ello le deba un tono diferente; un volumen y una ecualización adecuada que hacía más audible el mensaje:
«Vamos a darle al pueblo verdaderamente un motivo para creer, y hacerlo tan cercano y partícipe de este proyecto  que revolucionará el criterio de las personas —volvió a repetir sin más preámbulos, sumiendo en silencio el auditorio—, aún de aquellos propios aliados en la palabra pero que en la acción distan todavía de esa militancia, si tenemos en cuenta de esa consecuencia en el acto cotidiano que requiere el hoy inmerecidamente mellado medioambiente»

«Vamos a hacer lo que debiera hacer todo equipo de gobierno si acaso tuviera verdadero interés en honrar su palabra, e intentar, por sobre los esquemas de una realidad que como una lavativa mental los predispone a no salirse de esas “señalizaciones fosforadas en fondo nocturno”, ya a la cima del sillón, cambiarle el cuadro imaginario con el cual cada mandatario, ‘sincero o cínico’, es recibido cada vez a su ingreso a su morada circunstancial, y en lugar de la botella de champan y el chaleco salvavidas que en fulgente relieve sostiene su antecesor, pugnado de ser tomado del cuello en abrazo de oso por un grupo de amigos pudientes, cual si del equipo enésimamente campeón de nuestras más inverosímiles esperanzas se tratase: ponerle como una maqueta viva ante sus ojos y el de su impávido elector, este ejemplo de autosostenibilidad que reescriba aquel lema del ‘Si se puede’ curiosamente concebido en este noble país y regado por el mundo, aun cuando lo quisiésemos menos fragmentado de lo que suena cuando el ahínco y el escrúpulo fijan posiciones aun en el mismo lado de la tribuna»

«El error hasta ahora para el movimiento por el futuro ha sido quizá, pecar de la buena fe. De esa buena fe que nos hacía cada vez más distantes de la hipocresía con la que la política se maneja en estos tiempos, con ese doble discurso que hiere lo más profundo de la convicción del que no lucha por sí y para sí mismo, al extremo de decidir ya no más tomarlos en cuenta. Pero, que son las luchas sino ese tener cara a cara del adversario y enrostrarle en cada segundo de nuestras vidas nuestra evidencia, pero ante todo, nuestra disposición de defender la causa en el propio campo de batalla; y decirles, que las palabras son nada si no las confrontamos con un baño de realidad y por primera vez hacerlos enmudecer con hechos concretos que a su vez terminen por arrancar de una vez por todas el estigma de idealismo e inverosimilidad, en el mejor de los casos, con los que se nos ha tratado de encasillar reduciendo a un cuento tradicional los efectos palpables de la contaminación y el cambio climático».

«Y hoy entramos a la política, si señor _ dijo acallando repentinamente una ola entusiasta de aplausos_, y no como pequeños espejismos, aquí y allá, en el desierto del interés creado y de la especulación como forma de obtener réditos a la inversión. Entramos primero para hacer docencia sobre un tema que tiene en el mercantilismo y la codicia a su principal detractor a vencer, pero también en la ausencia de recursos de países como el vuestro, o en plena crisis como el nuestro, que pone en evidencia la necesidad de un largo proceso de transición, más no de negación a ultranza como política por el solo hecho de defender los intereses de quienes se oponen a un cambio de modelo racional, reacios a poner en juego su capital, su rentabilidad, su inmediatismo lucrativo, en la imaginaria e inverosímil esperanza quizá, de tener en ese futuro cada vez menos lejano, capacidad de compra también de algo de seguridad contra los grados de catástrofe instalados como pronóstico habitual de los servicios meteorológicos».

«Todo Estado está en la obligación de determinar los ámbitos en los cuales tiene que desarrollarse la inversión e implantar las normas que le competa como defensor de la propiedad a administrar y hacerlas cumplir. Uno de los problemas que dan origen a los conflictos sociales en el mundo que busca el desarrollo, es que por alguna razón inexplicable que lleva a toda suspicacia, este Estado renuncia a ese derecho y se convierte en cómplice de las irregularidades que por acción u omisión, inevitablemente se suscitarán en todo acto humano de explotación de recursos, principalmente. La industria extractiva que es fuente de recursos importante de muchos países pobres o en pos de alcanzar el desarrollo, es potencialmente contaminadora y por ende requiere de un trato especial. Necesita en principio de un Estado autónomo que haciendo oído a sus propios discursos pre-electorales, supuestamente meditados y de abierta e independiente análisis en el tiempo, determine los ámbitos territoriales adonde la inversión sea plausible de ejecución, e invertir en estudios de factibilidad propios que les sirvan para ser confrontados con los del inversionista. “La idea de gobierno no es insinuar que se tiene el control de las negociaciones con el inversor, sino y sobretodo parecerlo”, dice el dicho. Los derechos, las obligaciones y la vida en suma, son una continuidad de hechos, antecedentes y precedentes que cimientan la confianza; una cadena en la cual cada eslabón no solo es resistencia y seguridad para el traste a ser remolcado o el proyecto como un todo, sino y sobretodo para la propia articulación conexa, sensible a la fatiga, en especial, de ese sentido de equidad y correspondencia que tanto necesita de una delimitación de la acción».

«La fe y el sentido cosmovisional que inspira la defensa del planeta y el avance científico materializado en este pequeño dispensario todavía en un diez por ciento de su proyecto original, son señal clara de apertura de nuestro movimiento. La hoja verde que acoge el corazón y este a la pirámide que confina al sol, que es el símbolo que encarna a esta cita: la hoja y su aroma a aire limpio; el corazón y la fe, la reivindicación del ser humano; la pirámide y los confines a los que puede acceder el ser vivo visto desde alguna cúspide suprema en el universo, de cuyo latir el sol no se empeña en cuantificar costos. Todos interactuando entre si son como ven, el distintivo que da valor a nuestra idiosincrasia holista y como tal serán a su vez estructura de esta villa poblacional que si de algo dependerá a ultranza como el órgano al ser humano, es de la funcionalidad de cada uno de sus habitantes. La eremita que también inauguraremos hoy, y tiene como baluarte de la conmiseración basado en la fe al querido padre Juan; el dispensario que poco a poco será equipado con lo último de la tecnología médica, así como la pirámide que será un complejo habitacional para un millar de personas, las tres serán construidas  bajo el esquema de un nuevo prototipo de paneles solares impregnados en sus paredes individualmente de la central térmica que se construirá a lo largo de todo el lado sur de los dos predios “Huerto azul” y “Valle dorado” juntos, esta última consignada así para fines del proyecto pues, nada hay que represente más a la tierra que nos alimenta, que el respeto y la consideración de un solo paso peatonal que resplandezca en pleno día de sol, pero a la vez, en lugar de marchitez y sequedad, mayor verdor y frondosidad adviertan sus murallas naturales al asedio del alma injerida».

Agua fuente de incontaminación

«El agua, ese elemento fundamental para la vida humana que tantas veces es objeto de nuestro desdén cuando simplemente la creemos un bien infinito, o la utilizamos como un vertedero de desechos a sabiendas de que este habrá de saciar la sed de otros seres como nosotros, será esta vez pasto recurrente de nuestras intenciones de autosostenibilidad. Como parte del recorrido de nuestro tercer día de confraternidad, un complejo programa de potabilización por sedimentación de las aguas de regadío que hacen tangente a nuestra morada será dado en inicio, y para ello, como una manera de dar forma al proyecto inicial de construcción de la poza de almacenamiento de aguas de riego, ecuánime desde un principio, comenzaremos por intercambiar el cartel “Aguas no aptas para el consumo humano” o “Aguas solo para el consumo de animales y plantas”, que en sus extremos se advierte, por el esencial: “Agua fuente de vida” que resuma nuestra inmensa gratitud, nuestro mea culpa y nuestra determinada disposición de reivindicación, y una promesa que haga en adelante del agua, junto con el adecuado tratamiento que lo libere de toda toxicidad, orgánica y química: una liberación también de la gran indiferencia y egoísmo con la que el ser humano la ha puesto al borde del centro de nuestras nuevas disputas y de nuestras batallas mas salvajes».

«Si quisiéramos graficar el significado de lo que pretendemos con este ceremonial, justificado y profundamente honesto, de nuestra nueva relación con este noble elemento, basta proyectarse a ese futuro cercano cuando la primera parte del proyecto esté terminado, y veamos a estas mismas aguas formar parte de un ciclo de vida prolijo en Pueblelo. Más allá de la percepción finita de su utilidad primaria con la que suele culminar también algún rezago de consideración y racionalidad en su uso, tras ser purificadas y luego de extendida su utilidad en cada etapa de su reciclamiento, y cuando pase a saciar también la sed  de toda su zona rural sin que queden grietas de desperdicio en el circuito: les aseguro, no solo será el sentimiento del deber cumplido el que alborotará nuestro sentido de interpretación de la vida, sino aquel de nuestra labor en el engranaje que va más allá de consumir y ser ordenado en desechar, por muy considerado que resulte ese solo hecho».

Poder y ética

«Tras este acto de innegable propósito tangible y de deliberación que el contexto y el cometido mueven, hay otro sin embargo, más hondo y más peregrino aun que tiene que ver directamente con ese desdén diseminado premeditadamente contra el cuidado del medioambiente, y pretendemos renazca como aroma a amaneceres en el corazón de las gentes y la despierte de esa suerte de sueño subliminal al que nos hemos visto obligados a confinarla producto de nuestra propia conformidad y consentimiento: la ética. Si, aquella ética que nunca se llevará bien con las contaminaciones, en especial del espíritu, el cual incluye también al de la propia lucha y su persistencia aun en tiempos aciagos; ni lo hará con aquel que accede al poder con la manifiesta intención de robar y lucrar, o haciendo uso ilícito de ese poder, confabular junto a los suyos contra sus autodenominados detractores. La ética en el cargo público encomendado es nuestro primer acto a reconsiderar en todo este circuito de metamorfosis que pretendemos inspirar con este escrupuloso proyecto. Sentido ético que se procrea en la reflexión y que por alguna extraña razón la hemos alejado de nuestros actos de custodia y renovación de confianza que como una reacción en cadena redunde de manera estrepitosa en el quehacer vigilante del ciudadano común. Unos más, otros menos obligados por las circunstancias quizá, pero a partir de ese giro sustentable, todos definitivamente con un nuevo panorama ante los ojos de que alimentar los propios proyectos de desarrollo personales y colectivos sin que la enorme piedra del inmerecimiento en el zapato, más allá de otras circunstancias ajenas a ese principio de equidad recuperado, sea en adelante la excusa, menos la dejación».

«Como muestra fehaciente de un acto que tenga como piedra de base a los principios que ante todo refuljan primero en nuestras conciencias antes que el acto propiamente dicho, hoy podemos jactarnos que nos honren con su presencia  los ejecutores de la ética. Si, los estudiosos de un tema que si bien para muchos, lamentablemente en estos tiempos, es un lastre en el camino de un supuesto desarrollo, felizmente su solo concepto se basta para desmitificar tal mínima cuando define al desarrollo precisamente como, una sensación de bienestar que solo un nivel de conductas y prácticas basadas en la honestidad y la confianza son capaces de cuantificarla de una manera justa o lo más cercana posible a ella. El término humanidad jamás había estado mejor definido en aquella disciplina que hoy merecidamente conocemos como ciencias humanas. Creadores, hilvanadores e intérpretes de la palabra y el pensamiento: estudiosos y practicantes, curiosa conjunción difícil de amalgamar para los tiempos de hoy, cuya producción intelectiva nos ha servido de guía en cada aliento de nuestras luchas, desde ese primer enunciado que despertara nuestros sueños de libertad en las aulas, hasta aquellas glaciares realidades que si bien nos endurecieran un tanto la piel en el llano, nos sirvieran sin embargo también para llenar de perseverancia nuestras vidas desde el alma. Quienes sino ellos para abrirles los ojos al pueblo sin que un ápice de duda refulja en el arrastre panorámico primariamente difuso de un cambio de dirección armonioso».

«Alguien dijo, quizá con algún rezago de nostalgia y decepción presagiada en su argumentación, pero con mucha certeza en su propósito, ‘Denme un punto de apoyo y yo moveré el mundo’: Que sino la ética, aún cuando esta sea apenas un suspiro que trae el viento, que sea a su vez punto de apoyo y palanca de nuestro largo peregrinaje, ya ni siquiera hacia esa soñada línea conductual óptima que nos haga desarrollar como seres humanos de mediana inteligencia, aun ello podría esperar estando en juego la supervivencia y el propio futuro de nuestra especie. Simple y llana supervivencia que se debate entre el escepticismo, la indiferencia y ese apenas par de grados de calor de los océanos que cual mar de los sargazos del siglo de los tabúes rotos, marcará el inicio de una hecatombe que ningún pacto ni capitulación sean capaces de por lo menos menguarlo. Que sino este sustantivo y sus afectos, el más pronunciado pero el menos oído, que nos conduzca hacia esa búsqueda de revaloración de nuestros actos y omisiones sobre un tema específico, el por ahora futuro alterno, que solitario transita parajes desolados, los más largos y sinuosos que le haya tocado enfilar, tan lejano entre los líderes y sus furgones, como larga es la columna de seres que caminan en una misma dirección en su búsqueda por hallar la tierra fértil, no necesariamente porque la que dejaran, dejara a su vez de serla».

«Hasta hoy, la palabra ética ha ido de deterioro en deterioro entre nuestros gobernantes, tanto que ya ni la mueca que como un tirón de conciencia deformaba sus rostros desde la comisura de la boca hasta la oreja menos oidora cada que era pronunciada obligada por el discurso, exigiéndole quizá algo de coherencia entre lo que dice y lo que oye, es capaz de desnudar su verdadera identidad, logrando esa mimetización soñada en el imago de las gentes y la materialización del sentido avárico de socios y amigos. Algo que para ellos significará la siempre inagotable oportunidad de extraerle la última gota al páramo, muy a pesar del propio tiempo que ya toca las primeras clarinadas de pánico».

«La rueda de la fortuna la llamaríamos, adonde, los unos, para quienes la temporada nunca pasa, pero cada día es uno último y más voraz que el anterior a sabiendas de que esto terminará, aunque sus afueras y sus rostros siempre solemnes pretendan decir lo contrario desfigurados por la hipocresía. Los otros, usuarios o consumidores intermedios de esa gran parafernalia montada que necesita de unos propagandistas formales que los conecte con ese ciudadano común, los lobistas, los siempre incapaces de poner reparos en las modalidades, menos en los montos de ‘remuneración’, aun cuando se hagan denominar representantes de la última, verdaderamente, rueda del coche. Finalmente los últimos, los espectadores o apostantes a perdedor. Ciudadanos comunes que antes de pensar en el futuro deben lidiar con el presente, un presente bosquejado a la imagen y semejanza del modelo circular del capital que nos dice que lo invertido debe ser recuperad a toda costa, aun en tiempos flacos o tiempos terminales, aunque para ello haya que ensayar alguna mentirilla que no les haga perder esa imprescindibilidad ‘ganada’ en el seno de la sociedad: “Aprovechemos hoy que los precios están altos y así tendremos capacidad para cambiar la matriz productiva el año entrante”. Y año tras año, cual liga maldita de algún deporte vetado para el común de los mortales, crece y crece y se despuntan algunos, con sus millones ensanchando más las distancias entre los seres humanos y una nueva casta de seres cuya humanidad habría que poner en duda y ponerlas en estudio quizá, desde un punto de vista clínico ante el fracaso del sociológico».

Barricadas salvaguardas de los privilegiados

«Si hemos de ser coherentes con nuestro mensaje y tenemos en claro quien es nuestro aliado silencioso a recuperar, también debemos ser claros en señalar que la indiferencia es el principal enemigo a vencer. Para nadie es un secreto que en la lucha cotidiana por la supervivencia, por obvias razones, hay quienes menos posibilidades tienen que otros para resistir a los embates de una crisis sobre la cual no existe formalismo legislativo alguno, menos algún decreto de emergencia que pueda menguar su asiduidad recaudadora. Quienes pueden todavía dar una mirada más allá de los centros poblacionales principales adonde se han instalado los entes económicos que mueven a los países, son conscientes que la migración ya comenzó. Si bien parte sustancial de ella atribuible a la natural búsqueda de una mejora que la distancia y el olvido de una mirada sesgada en mundos de grandes desigualdades, obliga, no es menos cierto que otro gran porcentaje del fenómeno tiene por causa los grandes conflictos climáticos que ya siente la agricultura, en especial, de pueblos con bajos niveles de tecnificación o desarrollo exiguo. El ciclo del agua ha sido alterado y es lamentable pero son los menos favorecidos en los supuestos de un crecimiento ausente de un respaldo tecnológico que los pueda auxiliar, quienes ya han iniciado el descenso, algo que en solo algunas décadas se tornará insostenible. Y que se está haciendo al respecto. ¿Que están haciendo los Estados en materia de prevención? Poco o nada, y eso es producto de la indiferencia y ausencia de un mínimo de sensibilidad; del poco tino de los grupos económicos y por ende los políticos a la hora de catalogar a movimientos como los ecologistas que advierten de estas falencias, como entes desestabilizadores o anti sistema. La pregunta dirigida a ellos es simple ¿Qué haremos cuando el sistema productivo agropecuario colapse producto de este trastorno climático; cuando en un mundo globalizado ni a los países previsores como los nórdicos les sirva tanta previsión, tanta consideración; menos aún a los ricos tanta provisión, sin tener que comprar cuando las despensas se agoten?».

«Imbuidos como estamos en la vorágine del consumismo poco tiempo nos queda para la reflexión; para percatarnos de lo frágiles que son las naves a las que nos ha tocado abordar; de que toda precaución que tomemos, siempre mecánica, siempre de último momento, será insuficiente. La reflexión nos hace ver el futuro en todos sus ángulos, nos abre perspectivas que no advertimos cuando creemos que el dinero puede comprarlo todo. Visto desde una óptica reflexiva, el futuro nunca es el mismo, aun el pasado cobra vida y el presente es mas completo ante el incremento de las posibilidades, las mayores alternativas de las cuales echar mano en el momento adecuado. Necesitamos ponerle diques a nuestro desenfreno de vivir el presente cual si el mundo se acabara con nosotros y preparar las rutas alternas para el futuro de los que vienen, nuestros hijos. De que sirve que los llenemos de plenitud en las navidades sin pensar que posiblemente la generación que los suceda tenga en sus cartas a Papa Noel al agua o los alimentos como sus peticiones más recurrentes».

«Los homenajeados de hoy, me honra decirlo, no es una casualidad que ocupen el sitio principal de nuestras atenciones. Infortunio y olvido; los que llegan y los que se van: dos generaciones que son y serán emblema de este mensaje que queremos darle al mundo, ambas, como un todo en el carácter simbólico que mueve a este gran proyecto de reconsideración. Los abuelos, los no siempre comprendidos como la Tierra que todo lo da pero muy poca atención merece, al extremo de ser considerada un obstáculo en nuestra visión moderna de la vida, son hoy devueltos a la cuna en el sentido más ontológico del término. De ellos, cuyas manos arañaron, amasaron y moldearon lo que hoy representamos en la sociedad, será el reino de la calidad de vida al lado de los nietos que la fatalidad les negó, y un futuro cierto para estos últimos que la previsión avala. Si la indiferencia sacó a estos seres de sus hogares y las puso en una órbita distinta de ese sistema gregario del cual tanto nos ufanamos: una razón porque vivir los devolverá a esta su nueva morada adonde si algo faltara, no será el cariño, sabido como es de la especial proximidad a la que puede llegar una relación abuelo-nieto. Padres, madres, hijos por naturaleza que en el intervalo más desprendido de sus vidas, como la propia tierra, no reparan en autosatisfacer una rara tendencia a compartir. Prerrogativa en total plenitud, de la niñez primera y de la segunda apenas a un activar de ese instinto primigenio de conservación que, seguramente en un inicio, despertará algún vestigio de celos en la propia Tierra, de ver este pedacito de valle al natural en pleno ombligo en donde la experiencia de vida, la espontaneidad y la búsqueda del ideal, unidos en conjunción simbiótica con una tecnología amigable que avala el conocimiento benigno, son un ejemplo palpable de lo que significa vivir en armonía con la naturaleza; por suerte para nosotros con un pequeño bosque incluido en el manojo, que completa los requisitos de un ecosistema que requiere el proyecto».

«Al agua potabilizada y la energía solar se le unirá todo un sistema de ahorro energético con una red de drenaje térmico y de iluminación natural del área de Pueblelo. Sus campos no estarán ajenos de esa concatenada influencia limpia. Abonos orgánicos, riego tecnificado por goteo, el uso agentes naturales contra las plagas. Nada como la terapia ocupacional para mantener el espíritu en alto. La decadencia del ser humano nada tiene que ver con alguna carga genética negativa que es apenas un sello de distinción, es la ausencia de sinergias, de ejercicios memorísticos que de cuando en cuando nos recuerden los puntos de partida y las metas. Es la búsqueda de un espacio y una oportunidad de demostrar habilidades nunca perdidas, apenas obviadas, apenas permutadas por ejercicios condenados prematuramente al anacronismo, los que inducen a buscar caminos equivocados. Y ni que decir de ese dedo pulgar, si no de sus dos vecinos rebeldes, que en algún alto en el camino, el cuerpo y alguna porción moderada del ego, nos piden de vez en cuando apuntarlos a la par al cielo».

«Desde ese gran ventanal podemos ver resaltar a dos árboles decorados para las fiestas que se avecinan. Un viejo pino y un abeto mantón cual par de pícaros cómplices adentrándose en las profundidades de la noche, ataviados de luces multicolores. Sí, ese que aflora en su mente como un relampagueante suspiro, es el mensaje. Una noche que ya no más sea negra como el futuro que hasta hace poco marcara el destino de estas dos generaciones, son nuestra inspiración; y una dirección contraria a todo lo que hoy representa para la mayoría de los humanos la vida, pero con una vestimenta verdaderamente de luces, de todos los colores incluido el ultravioleta, de modo que la noche no tenga más que abrirse paso a nuestro destino y no más sea lo que a los poderosos, de únicamente reflectores unilineales, convenga».

«Que son los mensajes sino interpretaciones que están aquí y allá a la espera de apenas un grado, o grado y medio, en el giro de la mirada hacia el lugar menos común del paisaje. Mirada que se regocija de tanto no dejar en paz a la mente y no descansa hasta no tenerlo perdido en algún parpadeo contemplativo que eche andar a la conciencia. Y si todo lo dicho colma ya expectativas formales, o los colmara, que tranquilizaran un tanto las conciencias con ese poco ángulo que había que tantear en el piso para contrapesar criterios, hoy más que nunca quebrados si tenemos en cuenta que como humanidad también nos tocaba definir dirección y objetivo: hay desde ese punto de vista armónico e integral que nos unificara antes como tales, uno de especial predilección mía, que tampoco escapa a la lucha hasta hoy infructuosa de los organismos internacionales por darles ‘humanamente’ las herramientas para poner en marcha su capacidad de resilencia, la cual debiera empezar sin dudas en menguar el ritmo ascendente al calentamiento global. Los pueblos insulares, mal llamados primera barricada a los embates del clima. Las Atlántidas del nuevo siglo las debiéramos llamar, a este collar de países sobre los cuales se cierne la amenaza de ser devorados literalmente por los océanos producto del aumento inevitable del nivel del mar».

«Mi propia mirada, concédanme el deber de hablar en primera persona. Mirada animada por el mismo criterio de fraternidad que inunda este recinto, que me permito poner a consideración de invitados y asistentes, estaba también hasta hoy asolada por la misma indiferencia con la que estos propios homenajeados ajetrearan perpetuos, silenciosos, invisibles, las calles paralelas de las grandes urbes sin que el neón o el reflejo ajetreado de los faros fuese lo suficientemente tibio para mantener dos segundos de la mirada sobre su descomunal sombra tendida. Para ellos no habrá barricadas capaces de evitar que sus lechos, sus patrias, desaparezcan, cuando el crecimiento de los océanos sea ya inmanejable producto de un deshielo cada vez más intenso de las capas polares. No habrá oasis alguno para sus peregrinaciones cuando aun tierra firme sea ya convulsión en lugar de esa apacibilidad y el agua dulce que hoy todavía armoniza, sea el centro de las nuevas discriminaciones, las exclusiones y las desavenencias. Como una paronimia del destino, curiosamente las siglas que los engloban fuertemente como concha de abanico y los mantienen flotantes y henchidos a la vez por un viento que bulle también a la par del ultimátum: AOSIS, son un ejemplo de lucha en terreno árido; pero son también frescor  y fragor de aguas y oleajes circundantes que si alguna vez los delimitaron, también los unieron e hicieron uno, o unos, tornados en archipiélagos. Es en memoria de ellos, de su valentía y búsqueda incesante del cénit que de luz a sus esperanzas, por ahora adormecidas por la incertidumbre, que pongo a consideración de la organización del proyecto para que sean consideradas estas siglas como denominación de algún ítem específico del plan global del proyecto»

Fue así como no solo la pirámide —sinónimo de nuevo amanecer, nueva dirección; altura, cuesta y pendiente a la vez—, tomara como nombre de entre las siglas que agrupaban a los Estados insulares, a la más fiel de sus parónimas como era el aspiración de Greenwood: sino el proyecto entero ante una reconsideración inusitada del propio Jacinto en el tramo final de la alocución. AOSIS, aquella medalla de pueblos de tan fidedigna interpretación de afecto por el suelo que los cobija, análoga al sentido natural que motiva a los pueblos nativos, era un modelo a seguir, Huerto azul había sido concebido desde esa misma perspectiva —aunque jamás soñada en tal escala—: del oasis de la mirada inclemente del sol; de la indiferente y muda aridez de la arena, y la poca disposición humana para intentar advertir la presencia de la naturaleza en su seno —requisito indispensable para su tan evocada coexistencia. Pero lo que hizo que Jacinto irrumpiera abruptamente el discurso del orador, rompiendo aquello que llamaríamos protocolo en el mundo ‘formal’, fue descubrir también su gran indiferencia escondida entre lectura y lectura de artículos sobre el fenómeno del calentamiento global, acerca de estos verdaderamente pioneros-víctimas de los primeros embates a nivel catastrófico del aumento del nivel del mar, cuando ya ninguna acción de prevención hubiera valido la pena.

Ver a los octogenarios danzar al son del bolero o el twist, torpemente en un inicio como si aun ello tendrían que volver a aprender hasta ese retomar del hilo que a todos conforta; o a los niños corretear y llenar de bullicio y ocasionar alguno que otro destrozo en la sala, por primera vez sintiéndose tales durante la gimkana en un aparte de la noche a la cual de muy buena gana se sumaron los invitados formales, no solo era expiar un momento de solaz satisfacción que concede el momento, iba más allá. No eran simples viejecitos o simples niños que como en cualquier manifestación festiva, al día siguiente, todo volviera a la ‘normalidad’, ¡No! Para seres atrapados en la noche más larga de sus vidas, y para quienes podían darse el lujo de interpretar su desborde desde esa mirada que habita atrapado entre los confines del sueño y la realidad, mucho menos de lo que ahora experimentaban ellos hubiese bastado para ser considerado ese amanecer interminable suyo como merecido. Sin embargo, más allá de la nueva estación lumínica vivida, era la escala cromática de esa nueva estadía —que linda, ya ni siquiera con la esperanza o la espera, sino con los grados de calor o frescor que en principio la repentina visibilidad de lo imperceptible, concede. Luego la inmersión en el nuevo hábitat—, aquel chapuzón de sensaciones y aromas que incita al pronto aflorar y el volver a marchar; a recuperar el tiempo perdido desde la perspectiva de nunca haber tenido que divagar, como el androide aquel al que se le ha construido una ruta necesariamente llana, a prueba de caídas y a prueba de todo voltear de miradas —variables todas no consentidas en el ‘protocolo’—: un simple engarzarse entre los vaivenes de la nueva partitura tras un breve momento contemplativo, en cuyas notas no haga falta sino apenas morigerar un algo el ritmo, en tanto la melodía... Continuará

Última actualización: Diciembre 01 de 2014

Por: Rodrigo Rodrigo

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