No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, Capítulo 3 [May. 31/2016 - Págs:132-137]

Ingreso: Mayo 31 de 2016
Continúa: Capítulo 3 "La Revelación de Micaela"
 

Por Que la honestidad no muera


"Perdida la confianza, más y más la promesa se asemeja a la farsa que diera origen al escepticismo"

10:00 am de la mañana del día lunes 11, y ni el sobresalto que la ruidosa e insistente alarma de su móvil provoca, anticipaba de la sorpresa que le deparaba el nuevo día, confundida entre esa gran masa humana que puebla “La encrucijada”, punto de confluencia entre las rutas que unen Huerto azul, Pueblelo y La Pampa, que, más allá de ese itinerario pleno de cosmovisión en su más pura expresión que aguarda a Helen en la capital y en especial, en los iconos turísticos del sur, el centro y norte del país que pretende visitar antes de emprender su viaje de regreso a su país natal: el solo hecho que su nuevo itinerario comenzara en los terrenos de la Oasis rural coincidente con la “Conmemoración madre” del planeta y ese acto simbólico de reciprocidad para con la fertilidad de la tierra manifestado en ese en una jornada masiva de labranza celebrada por todos los concurrentes de la víspera y algunas visitas insospechadas alimentadas por las redes, no hace más que abrumarla más con esa sensación de plenitud que no ha cesado un segundo en ir en aumento desde su llegada.

Pero si esas emociones que el nuevo día le planteaba hubiesen bastado para darse por satisfecha en el azar de un viaje cuyo itinerario era desde un inicio tejido por circunstancias propias de su personalidad, muy afecta a las señales y a las contingencias en las cuales, las propias rutinas de cada lugar y de sus gentes en las cual tocaba cohabitar, influían imponentemente —su propio viaje con una serie de dudas iniciales que solo el fin de semana pudo dilucidar y disponer que era el momento de emprenderlo, urdía en ese sentido—, aun así, dos factores seguían orientando una trayectoria que ella sentía tenía un curso señalado: la naturalidad del acontecer de la mano de la oportunidad. Dos fuerzas que sin proponérselas lograban quebrar esa primera muralla que distancia al ser humano de sus metas comunes: el prejuicio y la condicionalidad.

¿Pero que puede el negativismo en medio de una empatía sin límites de una visión común hallada en este el más preciado destino que le haya tocado emprender a la motivación, capaz de quebrar cuanta barricada pudiera interponer en su camino el pesimismo o el desánimo? Solo ser reducidos al nivel del polvo, apenas habiendo desatado ante la mirada unipolar del “nadaismo” como objetivo, una suerte de instinto común escondido —muchas veces incontrolable pero irreprimiblemente confortable a la vez—, el cual, bajo estas premisas, no podía sino culminar cual si hubiese sido calculadamente planeado, como colofón a cada periplo alterno que como un agujero, llamémosle “azul” pervive escondido y/o maniatado en cada rincón de nuestras irresoluciones: en aquel, el más trascendental de los actos formales que le haya tocado presenciar a cuanto asistente haya sido capaz de evadir los rigores de un día lunes.

Insinuado de cuando en cuando como intervalo paralelo a nuestras rutas —las más tradicionales de las imaginadas—, en los que ese siempre instigador y motivador casualismo periférico, unido a la efusión y a la energía recónditos, suelen dejar distinguir su sombra desde el entre luz de un amanecer evocadamente soleado, hasta el último átomo de su reacción en cadena en el horizonte: esta vez, sin perder la coherencia de ese simbolismo pleno de simplicidad, azar y ruptura tan característico de los ambientes que frecuenta Helen, ha motivado aun a los propios moradores de Oasis a formar una cola para adherir sus firmas y/o huellas digitales en medio de una cruzada de adherencias que las redes han acentuado en volumen dándole una dimensión inusitada al número de presentes en el acto de ese primer día de semana.

El día soleado entre otras claridades, y entre las huellas todavía sin disiparse de decenas de idas y venidas usufructuadas desde la almohada, le deparaba así una conclusión anticipada a la sacudida y posterior marejada que su presencia originara en Oasis que ni ella misma era a estas alturas consiente. Manifestación simbólica que si bien la espontaneidad y una aspiración mancomunada la bosquejara, la materialización de una tendencia que, se concluyó, era necesaria para oponer una respuesta contundente ante cualquier eventualidad que algún mal vaticinio trajera consigo en el avatar político que se avecina en una tierra que desde hace tanto ya consideraba suya, se inspiraba en el documento redactado al filo de la madrugada, de no permitir el fácil acceso de las huestes autoritarias y corruptas a las riendas de un poder que tras tres periodos de serenidad democrática volvían a amenazar con su despotismo y sus execrables compañías desatadas. Un eslogan que aludía a la defensa de la democracia no como cuestión de ideologías, sí de coincidencias básicas de principio, lógica y responsabilidad, renacía así tras 16 años de ausencia voluntaria, volviendo a desplegar sus ondas al viento en señal de vigilia.

"A no despegar la mirada del horizonte. Nunca es suficiente el recorrido cuando el camino está siempre por ser plasmado y el riesgo de que las fuerzas del olvido se aprovechen de nuestras satisfacciones y celebraciones relativas, pervive alerta y malintencionado"

Entre tanta satisfacción que el primer contemplar de ventanas le trae el día en esa mágica ciudadela, ni aquel híbrido que se interpone entre su mirada y el objetivo primero que atrae su atención, no precisamente anteponiendo alguna insólita envergadura capaz de privilegiar su presencia al cerca del par de hectáreas muy bien diversificado de productos de pan llevar y una variedad de frutales indehiscentes que se extiende en lo más próximo y a la vez lejano de su obstinado campo visual, es capaz de insinuar siquiera la emboscada que le tiene deparado su corazón tan apremiado de emociones en tanto más simple es el gesto que teje el albur. Pañoleta a la cabeza y enfundada en una especie de mandil enterizo que destaca unas gruesas mangas de camisa leñador, la silueta inesperada, a lo lejos, resalta aun más los límites de su nada inadvertida figura, aun cuando los ojos observadores no sean ya lo suficientemente potentes para detectar la causa de tanto trémulo.

El dispensario, que por ahora luce un acabado mayor en lo ornamental que en lo funcional, en lo sensorial que en lo sensitivo, si bien destaca toda su insólita majestad creativa en esa fusión de tonos de su apariencia que la media mañana soleada exacerba apoteósicamente con sus claroscuros diagonales, sus reflejos azulados de ventanas y paredes intentando envolver en una suerte de halo de luz cósmico al verde verdaderamente impresionista de las plantas colgantes de sus balcones, las cuales, junto con las flores diversas que deslizan sus cogollos acuarelados de sus palcos, exageradamente intentando extraer sus cabezuelas al pugno de reflejos que la mañana amplifica en un juego dimensional que acerca la postal a los umbrales de una litografía abstracta: no es óbice para privilegiar, allá más al fondo de esa suerte de preámbulo honorífico a tan magnífica muestra icónica que sus ojos privilegian, a aquella no menos preponderante visión campestre de un despliegue humano que en grupos aproximados de diez ya se va echando a las labores del campo.

En tanto, para no desentonar con la noche reciente y esa muestra en vivo, híbrida relación naturaleza-lienzo negro-tecnología deslumbrantemente ahorrativa, que en toda su magnitud artística “lucerniana” —excesivamente jactanciosa quizá, hasta la extravagancia, pero inmensamente ilustrativa y argumentativa en tanto la nueva cultura de la energía y sus pautas, exenciones y compensaciones—, llevara al paroxismo los ojos de la ahora mujer niña: la fuente, cuando no en toda su magnitud cinética, parece interponer su esbelta figura y cobrar nuevos bríos de entre las profusas celestinas que con su tumulto envolvente, han no solo puesto en jaque a la propia acuoescultura, incluidos los ahora resecos cogollos pardos de las lluvias de oro, sino a los propios ojos diestros de Eliseo que, pinzas en mano, afinan la envolvente tendencia de los ávidos tallos verdes que desde el pie parecen querer emular la fuerza y forma del chorro mayor del último disco fontal a su cima, elevándose hasta donde sus delgados tallos se lo permiten, y dejándose caer en capullos azul claro hacia los lados.

«Pensar que todo esto se ha logrado por una conjunción de ideas, simplemente_ se dice Helen exhalando un largo suspiro, en tanto hace un barrido panorámico con la mirada empezando desde aquel emblemático Huerto azul que tiene a su diestra y las bellas buganvillas y otras mixturas florales que prevalecen en su lado sur. La casa grande, los frutales exóticos muchos de ellos ya en flor en su lado norte, cobran ante sus ojos una nueva dimensión, no solo por la posición privilegiada de su ángulo de mirada, sino por la nueva perspectiva que le trae el día que anuncia en esa masa de laboreros ocasionales del campo que se han sumado a la de los lugareños, en aquella consolidación de uno de sus más caros anhelos: la escrutabilidad del lugar común, si así puede denominarse a esa enorme necesidad de búsqueda, encuentro y asentamiento de esa otra parentela de pueblos cuyos hitos fronterizos sean demarcados esta vez por la sensibilidad y el anhelo común. Y aquí no hubo necesidad de romper ningún estado de cosas, mucho menos ir contra algún impedimento de tipo legal, administrativo o económico, porque aun para esto último les están exentas las barreras de lo convencional si como para toda inversión le acusa una compensación de costos en el tiempo. Máxime si las energías alternativas llamémosles, más importantes, no acusan facturas pomposas de provisión energética, o son mínimas en comparación a las producidas por los combustibles fósiles, precisamente a causa de un nada cicatero proveedor llamado Sol, Viento o Mar», agrega, deteniendo un tanto su mirada en la vieja rueda que vierte las aguas del canal al gran estanque.

«Ni que decir del argumento financiero. Ese nunca fue el problema, mucho menos su impacto en un régimen energético que lleva tan larga data pero que tiene de por medio una tan mentada transición como atenuante. Todo se reduce a una ausencia de audacia para ver el futuro, valentía para confrontar el convencionalismo y sus fuerzas de choque, y como no, voluntad y decisión para ir hacia él pensando en las mayorías quienes merecen mas alternativas acordes a sus necesidades y a la de los nuevos tiempos de supervivencia adonde ser conducidos pero con la verdad, no solo preservándolos de quienes se aferran a sus intereses poniendo en blanco o en negro las prioridades que mueven a esa celeridad, sino resguardándoles de unos plazos atmosféricos que muy a nuestro pesar se agotan a ritmo vertiginoso.» Acota finalmente la mujer antes de ir a empozar la misma cautivada mirada por varios minutos en la pequeña capilla que tiene en el lado izquierdo de su mirador privilegiado, a la cual, aun el vaho que de manera artificial es provocado por el fumigado circunstancial de su pequeño estanque realizado por los hombre de azul, le adiciona un encanto natural tropical a su pequeño bosque de jacarandas que la circundan, y que, contrariamente a su usual hábito estacional, esta vez brotan y florecen a la vez.

El pardo reluciente del habito muy bien integrado con el sombrero del mismo color que usa el padre Juan, quien seguido de un pequeño contingente de niños se dirige hacia el área de labranza —aquel casi blanco señal de reconciliación producto de alguna buena nueva, punto cruz entre la justicia divina y terrena que, junto a la canción campestre “Paraíso” que entonan con sumo entusiasmo, convergen etéreamente—, no hace sino completar, por si la mañana tenía alguna duda de la gran significación de este día cualquiera, pleno de promesas, compromisos y votos que defender cuando haya que poner verdaderamente a prueba la función de la palabra: la última ficha sobre el tablero jubiloso. Es como si la propia luz verde fosforada del pequeño campanario, dejada encendida adrede a plena luz del día en señal de revelación terrena de su incógnito, sutil les dijera con su silencio incandescente que el eco del cantar de los niños arrulla: de una cena que los esperará cálida y hogareña dispuesta a afirmar lo indeleble al final de la jornada. Cena que provee el esfuerzo, pero que no lo haría sin la feracidad de una tierra generosa; sin un factor climático pese a todo, benigno; mucho menos sin la ansia acumulada del paso y repaso diario de sus moradores por las inmediaciones de unos frutos que desde los primerizos botones florales, son testigos preferenciales de su maduración, en tanto lentamente maduran también los sabores que se unen imaginariamente en los paladares paseantes, a descifrar las tonalidades que estas van tomando bajo el tornasol de sus cápsulas y follajes.

Colorario


De este modo nació la primera manifestación política-ciudadana que de forma paralela a la representativa tendría en adelante entre sus subscritores en inusitado persistente asenso, la función propositiva y depuradora de iniciativas más significativas que de manera ajena quisieran ser eludidas o infiltradas en la agenda parlamentaria por las nuevas mayorías arbitrarias, y sea cual fuere el grado de amenaza que desafíe su necesidad de salvaguardar las buenas costumbres democráticas, que tanto trabajo, sudor y lágrimas costaron serle arrebatadas a los déspotas, tenga como primeras funciones, sentar el equilibrio argumentativo ya no a través del quórum desvergonzado, tramposo, negligente, sino del careo interinstitucional de un ente verdaderamente representativo del sentir de un grueso de la sociedad. Aquella antítesis al clientelismo sectario, que si le interesa el bien común, la búsqueda sana de desarrollo y la recuperación de la decencia en el manejo de los recursos, pues, allá donde no hubieran instituciones por la voluntad general de la irreflexión, la que naciera de una confluencia de voluntades mas no de su distensión, a falta portones que clausurar y de paredes y barricadas que demoler, emergiera para ser inexpugnable.

El recibir de las manos de Rosario el extenso manifiesto para su firma fue la exégesis de lo inaudito en tiempos de albures y evoluciones que traen los tiempos que buscan nuevas dimensiones para el desarrollo de sus búsquedas estancadas por la desidia y el egocentrismo de un sistema que ha llegado al pináculo de su arco de distorsión. Nunca sabremos si fue ese simple y llano carisma que por donde vaya exudaba la eximia amante de las tablas —que a sus cercanos 40s infundía una tersura y solvencia propia de las añosas consagradas de la escena—, o si fue todo ese bagaje a cuestas, pleno de iniciativas, ímpetus y osadías que desde su juventud la hiciera confrontar a la bestia en la propia jaula, junto a un grupo raleado de homófonos, lo que recreó aquel ambiente unánime, blanco de todas las simpatías, a la hora de determinar a ser nominada la representante del movimiento: lo cierto es que esa conformidad reflejada de manera uniforme bajo el estrado, era el fruto de la diversidad y pluralidad de sus votantes, la mayoría de ellos seguidores apenas de la verdad y la sinceridad como únicos distintivos ideológicos, si así pudieran ser injustamente empaquetados aquellos preceptos de vida y sociedad.

Las palabras sentidas, las pausas eternizadas y los hondos respiros, no son nada sin el careo emocional, sin el acto consciente que tras valiente confrontación con nuestros propios individualismos, nuestros propios apotegmas de vida —lícitos aunque abismalmente incompletos sin la consideración de los demás en el esquema—, logramos hallar un espacio común que haga más llevadera nuestra vida en sociedad en tanto contribuimos a su estabilidad sistémica, paso esencial en su búsqueda de un desarrollo saludable. Pero si a todo ello le añadimos ese pasito adicional que significa el pasar de ser cultores a ser promotores de la generosidad y los valores como propulsores de vida, cualquier índice que nos proyectemos tras movimientos empáticos que solo las amenazas a las libertades nos convoquen, será rebasado extensamente al igual que los tiempos para el establecimiento consistente de los cambios que buscamos. El sentimiento madre-hijo, hijo-madre, en especial de la temprana edad, lejos de las contaminaciones del uso de razón y otras profanaciones que nos vuelven autómatas de un ritmo y una dirección que asumimos convencional y conveniente, del cual es insólito pretender apartarse: su esencia, de ser posible, debiera ser analizada, y embotellada como néctar original al cual volver una y otra vez como el estupefaciente benigno del cual nunca tengamos que luchar por su erradicación.

Tras el logro obtenido, las lágrimas como siempre guardando la compostura a las orillas del cristal en señal de esa sobriedad, algo que cada vez le cuesta mas a Helen mantener en estos trances en los que emociones tales dan epílogos tan trascendentales, por poco son desbordadas cuando en plena consumación discursiva, en uno de los recorridos de su mirada por entre los ojos conmovidos de la mar alrededor del proscenio improvisado, en el lado oeste del campo deportivo en su lado más apartado del piélago a la fecundidad que la abruma, por poco sus palabras se unen a la tartamudez de sus ojos al hallar el ancla que detendría por infinitos segundos y la envolvería en oleadas de recuerdos que apuradamente debe adaptar al monólogo para no descarrilar, cuando ese par de ojos que la miran atentamente y sonríen en señal de aquiescencia, conducen su diálogo por aquellos años, por aquellos parajes, y por aquellas luchas por los derechos humanos a su paso simultáneo por las Naciones Unidas junto a su gran amiga Octavia.

Demás está decir de los confines a los que condujo tamaño encuentro, en los propios protagonistas y en los demás presentes, todos, sin mezquinar un solo grado de su más ancha sonrisa; sin salir de su asombro que la sorpresa comenzara por las dos mujeres y preguntarse si no hubiera sido más creíble que en vez de la casualidad, primara en ellas la concertación del encuentro, pero esa es otra historia a contar. Lo cierto es que concordante o no al acaecimiento acabado de suceder, la homilía de la tarde de lunes dedicada a la igualdad de mirada a sus hijos, convergió apoteósicamente con el evento.

« ¿Alguien considera discriminatorio los ojos de Dios?».

« ¿Dijo alguna vez Jesús a su paso por la tierra, aparten de mi a esos pecadores?».

«Es más, por Dios: ¿Dónde, en que manuscrito divino se dice que el pecado se gesta en la concepción del cigoto y no en la decisión uso-razonada del ser humano de seguir la senda del mal pese a ser consciente de estar pisando sus fangos o por lo menos siguiendo el hedor y los chasquidos de sus aniegos?»…
…Continuará
❀♪♥

Escribe: Rodrigo Rodrigo

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