No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

Vivar Saudade, capítulo 2 - [Jun10] - Págs. 66 - 71

Continúa Capítulo 2: Confesiones
Nuevo ingreso: Domingo 10 de junio de 2012





Jubileo

Con una ligera nostalgia que la suave brisa de la mañana otoñal acentúa, Jacinto da una ligera mirada al amplio estudio que los grandes cristales de la ventana dejan traslucir cual si amén de la luz diurna quisiera capturar también alguna pizca de atención formalmente nunca deseada. Una gran cantidad de libros pulcramente ordenados en cerca de una decena de anaqueles, una vez más le sacan en cara lo exiguo de su bagaje bibliográfico, y lo impresionantemente abrumador en términos de lectura de esa pequeña cabeza cana cuya lucidez de memoria no hacen más que refrendar la solidez de sus aseveraciones y la precisión de sus acometidas. 

“Tengo un par de plantas al parecer enfermas que quiero que me ayudes a recuperar…”, había sido el tenor del correo recibido por Jacinto que daba justificación al encuentro con el tan recordado Pedigrí de hace un año atrás, sin embargo, algo en el ambiente todavía húmedo de esa mañana de abril le decía que había algo más que ser tratado. 

Al año de la también rememorada entrevista que, quiéralo o no, sirvió a más de un connacional darse una última oportunidad de escrutinio en el interior de su propia conciencia entonces asolada por una negrísima borrasca hipnótico-social de inconmensurables consecuencias que bien pudo marcar un punto de no retorno a un estado de cosas infausto, mucho habría que conversar seguramente al respecto y eso bastaba para justificar tan motivador reencuentro. Con tan innata capacidad de domesticación del hecho pernicioso una vez más expuesta sobre el mantel de aquella sempiterna mesa de ensayos de su gran red de tabloides adictos, la nunca satisfecha ala perniciosa del poder, no había dudas, trataba de recuperar terreno sacando filo a lo más cínico de sus decibeles; mascullando su tono intrigante entre las gentes en su búsqueda por hacerse un lugarcito en ese enorme vacío dejado por una reputación ampliamente perdida; poniendo en claro de una razón centinela: de lo inútil de una reconciliación, tan cercanas todavía las formas vedadas de su pretendida 'toma de poder' recientes, que pese a su pretendida sobriedad, no se cansan de traernos a la memoria una y otra vez. 

«A un año de las elecciones seguramente tiene una evaluación general del factor político actual», pregunta Jacinto tratando de romper el hielo sin a la vez no parecer inquisitivo. 

«Soy un fanático de los libros pero me cuesta mucho investigar temas en Internet_ dice señalando un peral algo alicaído en un estrecho pero bien cuidado jardín, a simple vista atacado por la queraza, lo cual refuerza sus dudas sobre la verdadera causal de su invitación_, pero por lo mismo, enemigo de las generalidades…», agrega. 

«La pugna surgida entre los dos flancos que dieron su apoyo a la actual gestión. Los de adentro que parecen sentirse afuera, y los de afuera que parecen haber tomado el control de las políticas de gobierno, al extremo de caricaturizarse el hecho como una captura con toma de rehén incluida», acude rápidamente Jacinto. 

«A propósito de la teatralización del tema de la embajada ¿No?_ replica sonriente Pedigrí cual un trabe de floretes_  ¡No, no creo que haya tal cosa! El solo quiere gobernar. Es político y no hay más que decir. Para no sonar excesivamente concesivo, digamos que es la razón por la que nunca podrá gobernar alguien que practique los ideales como principio y acto, la diferencia la marcará el hasta donde de sus concesiones». 

«Pero los 'soterrados' no parecen pensar así, al parecer pretenden ir más allá…», replica Jacinto. 

«Eso simplemente grafica de los confines a los que hubiésemos llegado de haber permitido a los truhanes volver al poder. Ellos no se andan con juegos. Si hoy con ese pedacito de poder que le dan los muy bien definidos “filótikos”, que ojo, no nacieron en esta coyuntura, pretenden mover fichas importantes en el sistema con fines impúdicamente obvios, imaginemos todo lo que una 'administración' autoritaria hubiese sido capaz de concederles», señala con contundencia Pedigrí. 

«Ah la congresista, si que fue certera. Pero el susodicho es una esponjita, nada le hace sonreír porque su cara es ya una sonrisa eterna. Aunque tampoco parece molestarle el término eh?», dice Jacinto con no poca ironía. 

«Bueno lo interesante suyo es que está consciente de lo que dice y hace. Es un verdadero amante de sus ideas. Esto me recuerda al “fanático” que llevo dentro, que ama a sus libros aun a costa de los que ellos contengan como enunciado, o de si concuerde o no con ellos. Me sirve para mis fines, es lo que importa. Esto en el campo de la sobriedad y la reflexión por cierto, algo que no puede atribuírsele ni siquiera de forma tangencial al afecto seudo-paroxístico que justifica a ese otro tipo de fanatismo; más fronterizo con la barbarie de la ética, la probidad y la lealtad como las políticamente vividas recientemente, de cuya gravedad difícil es tomar conciencia en tales trances…». 

«Pero al parecer es muy dueño de lo que dice, aunque a quienes tenemos un mínimo de inteligencia  nos parezcan risibles sus pretendidas justificaciones de la realidad», replica Jacinto. 

«Si pues, es un pasivo de cuya comparecencia el susodicho es consciente aunque no crítico. Manifestarse admirador ferviente de un todo aunque ese todo contenga contornos o meollos vulgares, eso si que es peligroso, máxime cuando se es inhume a todo estímulo común a todo mortal que siente y padece. Pero como te digo, hablamos de política y en ese ámbito todo puede suceder, incluso así y todo mejorarle algunos grados de su marcado deterioro y tan solo eso puede bastar para esconder toda la  aberración encubierta ante el ojo desentendido». 

« ¿Pero puede existir realmente alguna posibilidad de lograr cambios a partir de planos estructurales inmodificados?», pregunta Jacinto. 

«Seamos conscientes. Hoy que somos algo así como “el paraíso soñado” en el mundo, tanto que hasta la crisis mundial parece mirar con recelo este lado in-significativo del continente, a quien le importa ahora los cambios estructurales, cuando lo pragmático señalaría lo contrario. Siempre lo he dicho, es tanto el caos existente en el aparato estatal que apenas un buen administrador con un buen órgano de control, lograría mucho más que un “estadista con visión de futuro”,…para todo excepto para sanear la estructura de esa visión». 

«Ahora_ dice un tanto más ceremonioso Jacinto, a ratos, sin poder contener su tendencia inquisidora _, la ‘Philosis’ no es algo que se caracterice precisamente por amar en solitario». 

«En principio, no mezclemos las cosas, estamos peligrosamente invadiendo los confines de la generalidad, y eso es más estéril y más inequitativo que amar en solitario. Volvamos al tema inicial, de las intenciones y de las voluntades que no conocemos, y de la estacionalidad de los protagonistas ejecutores. Si la intencionalidad y la voluntad tienen objetivos lícitos, y se es consciente de los límites de las concesiones, y de los pasivos, necesariamente deberán tener etapas que ajusten y conminen tendencias hacia una vertiente principal que desconocemos. Estoy especulando desde el lado más optimista, sin embargo, puede tratarse simplemente de otra perogrullada de la política que ya tiene un derrotero en curso y con esa marca ‘Perú lo máximo’, es fácil enmascarar y lavar cabezas, como siempre ha sucedido en el país, no olvidemos el comportamiento de la prensa en las elecciones últimas», acota Pedigrí despertando una sonrisa en el rostro de Jacinto. Es lo que había inevitablemente desbordado sus pensamientos durante el tránsito a tan calmado y silencioso lugar que el día domingo amaina aun más, y se alegra de no haber tenido que introducir el tema en la conversación. 

«Pero más que la prensa como un todo diríamos que las tendencias que genera el ‘metichismo interesado’ de una única línea editorial, inevitable en las concentraciones difusoras, que, aunque se pretenda aparentar lo contrario, restringe la diversidad del criterio…», acomete Jacinto tratando de escrutar su punto de vista. 

«Bueno en suma, es lo mismo. Cada quien defiende su trabajo como puede y no necesariamente como debe. Cualquiera puede ser echado así de fácil, es cierto, como ocurrió con los periodistas de “El Decano” durante las elecciones últimas, y eso hace de la opinión propia, ‘reprimible’ por decir menos». 

«Mientras tanto los patronos no se cansan de enviar mensajes sutiles…». 

«Como pesos pesados que se consideran, en la toma de decisiones que supuestamente marcan el rumbo prudente del país, sacan lo más probadamente útil de su estantería ‘lava-cabezas’, entre ellas la tristemente célebre enfermedad adquirida en la epidemia de los 90s, la ‘Encuestitis’ que ya nunca será la otrora herramienta de medición estacional de anhelos y pretensiones legítimas.  Hoy es una jeringa  lista en la bandeja, siendo probada una y otra vez a de fuerza de chorros incontinentes a la espera de algún giro en la coyuntura que requiera de un potente alucinógeno para unificar criterios hacia una vertiente prescrita por la mano bajo el guante», toma un respiro Pedigrí y vuelve a arremeter. 

« ¡Cuidado!, dicen cada vez. ¡Somos nosotros quienes te damos estabilidad, cuidado con los giros que tomes!... Pero como podrían dar estabilidad quienes habiendo sido oposición en las urnas, ahora con un supuesto mayor tiempo para la reflexión y la reconsideración sigue sin avergonzarles el mostrar quien sigue siendo líder de sus primeras planas. Sin embargo hay un gran sector que si merece ser digno de esa atribución –entre votantes y no votantes hoy conscientes de una realidad diferente a aquel sembradío tendencioso de ascuas por parte de un poder, aunque asociativo sí, de intenciones neta y puramente privadas–. Que la ‘logia’ esté contenta con el giro ‘inesperado’ que ha dado el gobierno es otra cosa», acota Pedigrí escoltado por un profundo suspiro indignado. 

«Bueno, no es poca cosa haber perdido los más importantes asientos políticos del Estado, y ambos de forma consecutiva_ añade rápidamente Jacinto en tono sarcástico cual si tratara de no perder la presa grande del plato _. Algún ‘hereje’ lo graficaría como las dos mejillas de Cristo dolorosamente acusadas en pleno rostro. Debe ser extremadamente amargo y provocativamente conspirativo, aunque la cierta dureza de la llanura que pisan hoy los haga más mortales que nunca». 

«Estamos sin dudas ante una lectura de coyunturas que será constante en el tiempo aunque sin la inevitabilidad de advertencia de un inapelable grado marcado de confusión, es lógico, aun con todos los indicios, nadie se atrevería a aseverar alguna posibilidad de asociación formal entre las dos bancadas mayoritarias, sin embargo no sorprende su torpeza cuando cándidamente desnudan su poca trascendencia ética al tomar una vez más como abanderada a un personaje que muy en el fondo quisiera pasar desapercibida por su situación judicial todavía in-saneada, y de cuyas esquirlas lamentablemente el buro en mención tal parece no podrá desprenderse por muy buen tiempo, no tiene otra asa de donde asirse, aunque desde el lado ‘supuestamente reflexivo’ de su ala principal intente denodados esfuerzos por marcar distancias, pero por lo visto con poca convicción». 

Un par de vasos tibios de naranjada llegados hasta la pequeña mesa a la que han ido a parar Pedigrí y su invitado de manos de la afable señora que minutos antes ha estado en un ir y venir a través de la ventana más cercana al jardín, verdaderamente “caen a pelo” templando la fría mañana con su sola presencia ámbar todavía ligeramente humeante. Sin dejar de lado su sonrisa amable, con suma cortesía las deposita ella junto con sus respectivas servilletas, gesto que ambos hombres agradecen. 

Los brazos cruzados y un fingido gesto de enfado en el  semblante de la dama que se detiene por unos instantes enfrente de ellos, hacen reaccionar a Gaspar. 

« ¡Gaspar!», se dice para sí Jacinto al oír a su amigo ser nombrado así por la dama. Es curioso tanta satisfacción personal le había significado la única entrevista concedida por este huraño hombre a un medio público, que jamás, un año después de sucedido el encuentro, nunca habíase referido a él por su nombre de pila. Y hoy verlo tan fino y considerado con quien parece  ser su esposa, hace difícil congeniar ese carácter con la acidez y rotundez con la que denotan sus aseveraciones, pero más difícil aun, desprenderse de aquel apelativo memorable. 

«Perdón_ dice levantándose de pronto de su asiento, Pedigrí_, el señor Huancalaya…, mi mujer…», acota señalando a Jacinto. 

«Si, Jacinto. Es un verdadero gusto conocerlo_ responde la dama tomándose una breve pausa_, pero para no ser inoportuna porque veo que están enfrascados en una interesante conversación, solo déjeme decirle que me encantan sus lecturas y no importa que es lo que piense este aguafiestas_ dice señalando a su marido y se aleja la señora dejando sembrada su sonrisa entre la de ambos coloquiantes_…me encantan_», alcanza a repetir a la distancia antes de perderse tras la puerta. 

«Camelia», dice Pedigrí ante la mirada sorprendida de Jacinto. 

«Camelia es su nombre. No se en que estaba pensando quien le puso ese nombre, es tan penetrante, …quizá más que el propio aroma de la planta en flor», acota mientras ensaya una carcajada forzada. 

«Ya que el tema de conversación nos ha llevado por “las sinuosas avenidas agrestes” del fanatismo, sugiero un tema afín, ‘la adicción’_ dice sin dejar su tinte sarcástico Pedigrí_, la misma que si bien, contrariamente al origen autónomo y seudo consciente del fanatismo es también una reacción también de devoción ciega, inducida a base de dosis y más dosis de estimulantes y alucinógenos la hace indudablemente más  peligrosa». 

«Como verás_ acota Pedigrí tratando de no perder el hilo tomado_, no es gratuito el énfasis que pongo respecto al tema, el cual, desde distintos grados de afinidad, e intensidad quizá, estoy seguro a ambos nos apasiona e inquieta. Hay una a todas luces corriente en marcha en los planos más “altos” del poder “anómalo“, hoy evidentemente maltrecho, de la clásica componenda que resume la frase: “yo te apoyo, pero que me das a cambio”, peligrosa para la democracia como la vemos tu y yo, y quienes quieren verdaderamente conocer los intríngulis del plano feudo político que habitan, el cual no se trata de solo sentir el calorcito y aroma a jazmines de sus ambientes, pero que por las razones harto conocidas del interés compartido, nadie va a salir explícitamente a hacer una contra-campaña específica poniendo en juego los propios intereses y reticencias de su condición netamente individual». 

«Pero tú o yo, corrígeme si me equivoco, somos una suerte de cuarta dimensión, la tercera ya tiene ‘franquicia’_ sonríe Pedigrí_, inmune a las barreras limítrofes que todo estado de cosas se auto-impone como medio de supervivencia a sus dogmas de convivencia, las cuales como tal, deben ser sustentadas por la aprobación o no de las mayorías, como ya hemos visto, generalmente poco advertibles a los sutiles hilados de la manipulación. En tal sentido, que seamos o no oídos no es contrapartida viable cuando vayamos a expresar lo que sentimos, pero es tiempo de hacer algo por aglutinar los criterios disidentes, en el sentido más civilizado de la palabra –escrita y dicha–, y conformar una suerte de “nuevo grupo de poder”, sin santos ni falsos paladines que en vez de cohesionarla, la degeneren y la degraden; y obviamente sin más apetito que el ver desenmascarados a los granujas y sus soterradas intenciones de hacerse nuevamente de las riendas de la verosimilitud de un poder como ellos lo entienden, afín a sus principios de una justicia ciega, con los guiñapos de venda descolgándoles desde los ojos hasta el mentón, y cuyos actos desesperados, no hace más que ratificar los confines de su pérdida». Y calla Pedigrí dejando en el ambiente una sensación de eco de motivación previo a la batalla, que se diluye en tanto se templan los músculos. 

Y no se hace esperar, una vez más, esa suerte de entramado cibernético que alisan sus cohesionadas intermitencias en el cerebro de Jacinto, cuando alguna idea prende llevando su mensaje hasta sus más recónditos rincones siendo detenido apenas por un instante, por algún connato de realidad o idea irónica como la que se le cruza raudamente sintiéndose atravesado de pronto por una lluvia de proyectores de luz y micrófonos arreciando por todos lados en tanto con la torpeza propia del principiante, sus manos intentan llenar el vacío de la libreta de notas que sostienen. Y sonríe levemente hasta encontrarse nuevamente con los ojos apremiantes de Pedigrí. 

«No es algo que difiera en mucho de lo que en cierta forma hacemos tu o yo_ acentúa Pedigrí intuyendo sus pensamientos_, aunque debo confesar que me encanta la entonación cibernética que usas. Apenas quizás, extraerle algún sesgo que pueda alejar miradas y usar un formato más abiertamente lecturable. Sin primeras planas maquiavélicas ni titulares invisibilizados por el criterio sujetado. Y usar el propio lenguaje discrepante que el sesgo quisiera acallar o desfigurar; y desenmascarar justo cuando haya que hacerlo, por supuesto. Como vez, nada pretencioso que requiera siquiera de publicidad o de los tan esclavizantes ratings o tirajes, apenas despertar y dar vida utilitaria a la poca credibilidad que podamos merecer, y darle continuidad a una creencia pues, que desde luego nunca pensó fenecer con solo evitar el retorno de la barbarie ética y moral de los tiempos idos…». 

Y una vez más ese silencio que en lo más recóndito del pensamiento literalmente otorga, acude protagonismo en ambos pensamientos ‘gemelos’ en tanto dan rienda suelta a cada detalle que desde ese nuevo punto de vista, casi totalmente contradictorio en la forma en ser dada en difusión a la del poder pernicioso, sea el fondo de la noticia el que verdaderamente bulla en optimismo y sana sedición cada abrir de día, primero como hecho reivindicatorio, luego como sentido ya totalmente despojado de algún soslayo persistente…»  Continuará...


por Rodrigo Rodrigo 

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