Nuevo ingreso: Domingo 10 de junio de 2012
Jubileo
Con una ligera nostalgia que la suave brisa de la
mañana otoñal acentúa, Jacinto da una ligera mirada al amplio estudio que los
grandes cristales de la ventana dejan traslucir cual si amén de la luz diurna
quisiera capturar también alguna pizca de atención formalmente nunca deseada.
Una gran cantidad de libros pulcramente ordenados en cerca de una decena de anaqueles,
una vez más le sacan en cara lo exiguo de su bagaje bibliográfico, y lo
impresionantemente abrumador en términos de lectura de esa pequeña cabeza cana
cuya lucidez de memoria no hacen más que refrendar la solidez de sus
aseveraciones y la precisión de sus acometidas.
“Tengo un par de plantas al parecer enfermas que
quiero que me ayudes a recuperar…”, había sido el tenor del correo recibido por
Jacinto que daba justificación al encuentro con el tan recordado Pedigrí de
hace un año atrás, sin embargo, algo en el ambiente todavía húmedo de esa
mañana de abril le decía que había algo más que ser tratado.
Al año de la también rememorada entrevista que,
quiéralo o no, sirvió a más de un connacional darse una última oportunidad de
escrutinio en el interior de su propia conciencia entonces asolada por una
negrísima borrasca hipnótico-social de inconmensurables consecuencias que bien
pudo marcar un punto de no retorno a un estado de cosas infausto, mucho habría
que conversar seguramente al respecto y eso bastaba para justificar tan
motivador reencuentro. Con tan innata capacidad de domesticación del hecho
pernicioso una vez más expuesta sobre el mantel de aquella sempiterna mesa de
ensayos de su gran red de tabloides adictos, la nunca satisfecha ala perniciosa
del poder, no había dudas, trataba de recuperar terreno sacando filo a lo más
cínico de sus decibeles; mascullando su tono intrigante entre las gentes en su
búsqueda por hacerse un lugarcito en ese enorme vacío dejado por una reputación
ampliamente perdida; poniendo en claro de una razón centinela: de lo inútil de
una reconciliación, tan cercanas todavía las formas vedadas de su pretendida 'toma
de poder' recientes, que pese a su pretendida sobriedad, no se cansan de
traernos a la memoria una y otra vez.
«A un año
de las elecciones seguramente tiene una evaluación general del factor político
actual», pregunta Jacinto tratando de romper el hielo sin a
la vez no parecer inquisitivo.
«Soy un fanático
de los libros pero me cuesta mucho investigar temas en Internet_
dice señalando un peral algo alicaído en un estrecho pero bien cuidado jardín, a
simple vista atacado por la queraza, lo cual refuerza sus dudas sobre la verdadera
causal de su invitación_, pero por lo
mismo, enemigo de las generalidades…», agrega.
«La pugna
surgida entre los dos flancos que dieron su apoyo a la actual gestión. Los de
adentro que parecen sentirse afuera, y los de afuera que parecen haber tomado
el control de las políticas de gobierno, al extremo de caricaturizarse el hecho
como una captura con toma de rehén incluida», acude
rápidamente Jacinto.
«A
propósito de la teatralización del tema de la embajada ¿No?_
replica sonriente Pedigrí cual un trabe de floretes_ ¡No, no creo que haya tal
cosa! El solo quiere gobernar. Es político y no hay más que decir. Para no
sonar excesivamente concesivo, digamos que es la razón por la que nunca podrá
gobernar alguien que practique los ideales como principio y acto, la diferencia
la marcará el hasta donde de sus concesiones».
«Pero los
'soterrados' no parecen pensar así, al parecer pretenden ir más allá…», replica
Jacinto.
«Eso
simplemente grafica de los confines a los que hubiésemos llegado de haber
permitido a los truhanes volver al poder. Ellos no se andan con juegos. Si hoy
con ese pedacito de poder que le dan los muy bien definidos “filótikos”, que
ojo, no nacieron en esta coyuntura, pretenden mover fichas importantes en el
sistema con fines impúdicamente obvios, imaginemos todo lo que una 'administración' autoritaria hubiese sido capaz de concederles», señala con
contundencia Pedigrí.
«Ah la
congresista, si que fue certera. Pero el susodicho es una esponjita, nada le
hace sonreír porque su cara es ya una sonrisa eterna. Aunque tampoco parece
molestarle el término eh?», dice Jacinto con no poca ironía.
«Bueno lo
interesante suyo es que está consciente de lo que dice y hace. Es un verdadero amante
de sus ideas. Esto me recuerda al “fanático” que llevo dentro, que ama a sus
libros aun a costa de los que ellos contengan como enunciado, o de si concuerde
o no con ellos. Me sirve para mis fines, es lo que importa. Esto en el campo de
la sobriedad y la reflexión por cierto, algo que no puede atribuírsele ni
siquiera de forma tangencial al afecto seudo-paroxístico que justifica a ese otro
tipo de fanatismo; más fronterizo con la barbarie de la ética, la probidad y la
lealtad como las políticamente vividas recientemente, de cuya gravedad difícil es
tomar conciencia en tales trances…».
«Pero al
parecer es muy dueño de lo que dice, aunque a quienes tenemos un mínimo de
inteligencia nos parezcan risibles sus
pretendidas justificaciones de la realidad», replica
Jacinto.
«Si pues,
es un pasivo de cuya comparecencia el susodicho es consciente aunque no
crítico. Manifestarse admirador ferviente de un todo aunque ese todo contenga
contornos o meollos vulgares, eso si que es peligroso, máxime cuando se es
inhume a todo estímulo común a todo mortal que siente y padece. Pero como te
digo, hablamos de política y en ese ámbito todo puede suceder, incluso así y
todo mejorarle algunos grados de su marcado deterioro y tan solo eso puede bastar
para esconder toda la aberración encubierta
ante el ojo desentendido».
« ¿Pero puede
existir realmente alguna posibilidad de lograr cambios a partir de planos
estructurales inmodificados?», pregunta Jacinto.
«Seamos
conscientes. Hoy que somos algo así como “el paraíso soñado” en el mundo, tanto
que hasta la crisis mundial parece mirar con recelo este lado in-significativo del
continente, a quien le importa ahora los cambios estructurales, cuando lo pragmático
señalaría lo contrario. Siempre lo he dicho, es tanto el caos existente en el
aparato estatal que apenas un buen administrador con un buen órgano de control,
lograría mucho más que un “estadista con visión de futuro”,…para todo excepto
para sanear la estructura de esa visión».
«Ahora_ dice
un tanto más ceremonioso Jacinto, a ratos, sin poder contener su tendencia inquisidora _, la ‘Philosis’ no es algo que se
caracterice precisamente por amar en solitario».
«En
principio, no mezclemos las cosas, estamos peligrosamente invadiendo los
confines de la generalidad, y eso es más estéril y más inequitativo que amar en
solitario. Volvamos al tema inicial, de las intenciones y de las voluntades que
no conocemos, y de la estacionalidad de los protagonistas ejecutores. Si la
intencionalidad y la voluntad tienen objetivos lícitos, y se es consciente de
los límites de las concesiones, y de los pasivos, necesariamente deberán tener
etapas que ajusten y conminen tendencias hacia una vertiente principal que
desconocemos. Estoy especulando desde el lado más optimista, sin embargo, puede
tratarse simplemente de otra perogrullada de la política que ya tiene un
derrotero en curso y con esa marca ‘Perú lo máximo’, es fácil enmascarar y
lavar cabezas, como siempre ha sucedido en el país, no olvidemos el
comportamiento de la prensa en las elecciones últimas», acota
Pedigrí despertando una sonrisa en el rostro de Jacinto. Es lo que había
inevitablemente desbordado sus pensamientos durante el tránsito a tan calmado y
silencioso lugar que el día domingo amaina aun más, y se alegra de no haber
tenido que introducir el tema en la conversación.
«Pero más
que la prensa como un todo diríamos que las tendencias que genera el ‘metichismo
interesado’ de una única línea editorial, inevitable en las concentraciones difusoras,
que, aunque se pretenda aparentar lo contrario, restringe la diversidad del
criterio…», acomete Jacinto tratando de escrutar su punto
de vista.
«Bueno en
suma, es lo mismo. Cada quien defiende su trabajo como puede y no necesariamente
como debe. Cualquiera puede ser echado así de fácil, es cierto, como ocurrió
con los periodistas de “El Decano” durante las elecciones últimas, y eso hace de
la opinión propia, ‘reprimible’ por decir menos».
«Mientras tanto
los patronos no se cansan de enviar mensajes sutiles…».
«Como pesos
pesados que se consideran, en la toma de decisiones que supuestamente marcan el
rumbo prudente del país, sacan lo más probadamente útil de su estantería
‘lava-cabezas’, entre ellas la tristemente célebre enfermedad adquirida en la
epidemia de los 90s, la ‘Encuestitis’ que ya nunca será la otrora herramienta
de medición estacional de anhelos y pretensiones legítimas. Hoy es una jeringa lista en la bandeja, siendo probada una y
otra vez a de fuerza de chorros incontinentes a la espera de algún giro en la
coyuntura que requiera de un potente alucinógeno para unificar criterios hacia
una vertiente prescrita por la mano bajo el guante», toma
un respiro Pedigrí y vuelve a arremeter.
« ¡Cuidado!,
dicen cada vez. ¡Somos nosotros quienes te damos estabilidad, cuidado con los
giros que tomes!... Pero como podrían dar estabilidad quienes habiendo sido
oposición en las urnas, ahora con un supuesto mayor tiempo para la reflexión y
la reconsideración sigue sin avergonzarles el mostrar quien sigue siendo líder de
sus primeras planas. Sin embargo hay un gran sector que si merece ser digno de
esa atribución –entre votantes y no votantes hoy conscientes de una realidad
diferente a aquel sembradío tendencioso de ascuas por parte de un poder, aunque
asociativo sí, de intenciones neta y puramente privadas–. Que la ‘logia’ esté
contenta con el giro ‘inesperado’ que ha dado el gobierno es otra cosa»,
acota Pedigrí escoltado por un profundo suspiro indignado.
«Bueno, no
es poca cosa haber perdido los más importantes asientos políticos del Estado, y
ambos de forma consecutiva_ añade rápidamente Jacinto en
tono sarcástico cual si tratara de no perder la presa grande del plato _. Algún ‘hereje’ lo graficaría como las dos
mejillas de Cristo dolorosamente acusadas en pleno rostro. Debe ser extremadamente
amargo y provocativamente conspirativo, aunque la cierta dureza de la llanura
que pisan hoy los haga más mortales que nunca».
«Estamos sin
dudas ante una lectura de coyunturas que será constante en el tiempo aunque sin
la inevitabilidad de advertencia de un inapelable grado marcado de confusión, es
lógico, aun con todos los indicios, nadie se atrevería a aseverar alguna
posibilidad de asociación formal entre las dos bancadas mayoritarias, sin
embargo no sorprende su torpeza cuando cándidamente desnudan su poca
trascendencia ética al tomar una vez más como abanderada a un personaje que muy
en el fondo quisiera pasar desapercibida por su situación judicial todavía in-saneada,
y de cuyas esquirlas lamentablemente el buro en mención tal parece no podrá
desprenderse por muy buen tiempo, no tiene otra asa de donde asirse, aunque
desde el lado ‘supuestamente reflexivo’ de su ala principal intente denodados
esfuerzos por marcar distancias, pero por lo visto con poca convicción».
Un par de vasos tibios de naranjada llegados hasta
la pequeña mesa a la que han ido a parar Pedigrí y su invitado de manos de la
afable señora que minutos antes ha estado en un ir y venir a través de la
ventana más cercana al jardín, verdaderamente “caen a pelo” templando la fría
mañana con su sola presencia ámbar todavía ligeramente humeante. Sin dejar de
lado su sonrisa amable, con suma cortesía las deposita ella junto con sus
respectivas servilletas, gesto que ambos hombres agradecen.
Los brazos cruzados y un fingido gesto de enfado en el
semblante de la dama que se detiene por
unos instantes enfrente de ellos, hacen reaccionar a Gaspar.
« ¡Gaspar!»,
se dice para sí Jacinto al oír a su amigo ser nombrado así por la dama. Es
curioso tanta satisfacción personal le había significado la única entrevista
concedida por este huraño hombre a un medio público, que jamás, un año después
de sucedido el encuentro, nunca habíase referido a él por su nombre de pila. Y
hoy verlo tan fino y considerado con quien parece ser su esposa, hace difícil congeniar ese
carácter con la acidez y rotundez con la que denotan sus aseveraciones, pero
más difícil aun, desprenderse de aquel apelativo memorable.
«Perdón_
dice levantándose de pronto de su asiento, Pedigrí_, el señor Huancalaya…, mi mujer…», acota señalando a Jacinto.
«Si,
Jacinto. Es un verdadero gusto conocerlo_ responde la dama tomándose una breve
pausa_, pero para no ser inoportuna porque veo que están enfrascados en una
interesante conversación, solo déjeme decirle que me encantan sus lecturas y no
importa que es lo que piense este aguafiestas_ dice
señalando a su marido y se aleja la señora dejando sembrada su sonrisa entre la
de ambos coloquiantes_…me encantan_»,
alcanza a repetir a la distancia antes de perderse tras la puerta.
«Camelia»,
dice Pedigrí ante la mirada sorprendida de Jacinto.
«Camelia es
su nombre. No se en que estaba pensando quien le puso ese nombre, es tan
penetrante, …quizá más que el propio aroma de la planta en flor»,
acota mientras ensaya una carcajada forzada.
«Ya que el
tema de conversación nos ha llevado por “las sinuosas avenidas agrestes” del
fanatismo, sugiero un tema afín, ‘la adicción’_ dice sin dejar su tinte
sarcástico Pedigrí_, la misma que si bien,
contrariamente al origen autónomo y seudo consciente del fanatismo es también
una reacción también de devoción ciega, inducida a base de dosis y más dosis de
estimulantes y alucinógenos la hace indudablemente más peligrosa».
«Como verás_
acota Pedigrí tratando de no perder el hilo tomado_, no es gratuito el énfasis que pongo
respecto al tema, el cual, desde distintos grados de afinidad, e intensidad
quizá, estoy seguro a ambos nos apasiona e inquieta. Hay una a todas luces corriente en marcha en los planos más “altos” del
poder “anómalo“, hoy evidentemente maltrecho, de la clásica componenda que resume
la frase: “yo te apoyo, pero que me das a cambio”, peligrosa para la democracia
como la vemos tu y yo, y quienes quieren verdaderamente conocer los intríngulis
del plano feudo político que habitan, el cual no se trata de solo sentir el
calorcito y aroma a jazmines de sus ambientes, pero que por las razones harto
conocidas del interés compartido, nadie va a salir explícitamente a hacer una
contra-campaña específica poniendo en juego los propios intereses y reticencias
de su condición netamente individual».
«Pero tú o
yo, corrígeme si me equivoco, somos una suerte de cuarta dimensión, la tercera
ya tiene ‘franquicia’_ sonríe Pedigrí_, inmune a las barreras limítrofes que todo estado de cosas se
auto-impone como medio de supervivencia a sus dogmas de convivencia, las cuales
como tal, deben ser sustentadas por la aprobación o no de las mayorías, como ya
hemos visto, generalmente poco advertibles a los sutiles hilados de la
manipulación. En tal sentido, que seamos o no oídos no es contrapartida viable
cuando vayamos a expresar lo que sentimos, pero es tiempo de hacer algo por
aglutinar los criterios disidentes, en el sentido más civilizado de la palabra
–escrita y dicha–, y conformar una suerte de “nuevo grupo de poder”, sin santos
ni falsos paladines que en vez de cohesionarla, la degeneren y la degraden; y obviamente
sin más apetito que el ver desenmascarados a los granujas y sus soterradas
intenciones de hacerse nuevamente de las riendas de la verosimilitud de un
poder como ellos lo entienden, afín a sus principios de una justicia ciega, con
los guiñapos de venda descolgándoles desde los ojos hasta el mentón, y cuyos
actos desesperados, no hace más que ratificar los confines de su pérdida».
Y calla Pedigrí dejando en el ambiente una sensación de eco de motivación previo
a la batalla, que se diluye en tanto se templan los músculos.
Y no se hace esperar, una vez más, esa suerte de entramado
cibernético que alisan sus cohesionadas intermitencias en el cerebro de Jacinto,
cuando alguna idea prende llevando su mensaje hasta sus más recónditos rincones
siendo detenido apenas por un instante, por algún connato de realidad o idea
irónica como la que se le cruza raudamente sintiéndose atravesado de pronto por
una lluvia de proyectores de luz y micrófonos arreciando por todos lados en
tanto con la torpeza propia del principiante, sus manos intentan llenar el
vacío de la libreta de notas que sostienen. Y sonríe levemente hasta
encontrarse nuevamente con los ojos apremiantes de Pedigrí.
«No es algo
que difiera en mucho de lo que en cierta forma hacemos tu o yo_
acentúa Pedigrí intuyendo sus pensamientos_, aunque debo confesar que me encanta la entonación cibernética que usas.
Apenas quizás, extraerle algún sesgo que pueda alejar miradas y usar un formato
más abiertamente lecturable. Sin primeras planas maquiavélicas ni titulares
invisibilizados por el criterio sujetado. Y usar el propio lenguaje discrepante
que el sesgo quisiera acallar o desfigurar; y desenmascarar justo cuando haya
que hacerlo, por supuesto. Como vez, nada pretencioso que requiera siquiera de
publicidad o de los tan esclavizantes ratings o tirajes, apenas despertar y dar
vida utilitaria a la poca credibilidad que podamos merecer, y darle continuidad
a una creencia pues, que desde luego nunca pensó fenecer con solo evitar el
retorno de la barbarie ética y moral de los tiempos idos…».
por Rodrigo Rodrigo
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