No hay ninguna ley que prohíba embrutecer a la gente

sábado, 1 de agosto de 2015

Sils-Maria: La mirada de Zaratrustra

"La única habitación que no ha sido restaurada es el dormitorio de Nietzsche. Sobrecoge por su ascetismo. Una camita estrecha, una mesa rústica, una jofaina de agua y un lavador. Testigos de la época dicen que entonces estaba llena de libros. Pero lo cierto es que Nietzsche pasaba mucho más tiempo al aire libre que bajo techo y que pensaba y escribía andando o tomando un descanso entre las larguísimas marchas que efectuaba a diario. Tras una difícil caminata en medio de los pinares y nevados, casi en sombra, se abría de pronto un paisaje edénico, como el que inspiraría las bravatas y filípicas de Zaratustra. En Sils-Maria"


"Tras una difícil caminata en medio de los pinares y nevados, casi en sombra, se abría de pronto un paisaje edénico, como el que inspiraría las bravatas y filípicas de Zaratustra. En Sils-Maria"

 "Nietzsche en Sils-Maria"
 Escribe: Mario Vargas Llosa


Cuando Nietzsche vino por primera vez a Sils-Maria, en el verano de 1879, era una ruina humana. Perdía la vista a pasos rápidos, lo atormentaban las migrañas y las enfermedades lo habían obligado a renunciar a su cátedra en la Universidad de Basilea, luego de profesar allí diez años. Esta era entonces una remota región alpina en el alto Engadina, donde apenas llegaban forasteros. Fue un amor a primera vista: lo deslumbraron el aire cristalino, el misterio y vigor de las montañas, las cascadas rumorosas, la serenidad de lagos y lagunas, las ardillas y hasta los enormes gatos monteses.

Empezó a sentirse mejor, escribió cartas exultantes de entusiasmo por el lugar y, desde entonces, volvería por siete años consecutivos a Sils-Maria en los veranos, por temporadas de tres o cuatro meses. Siempre había sido un buen caminante pero, aquí, andar, trepar cuestas empinadas, meditar en ventisqueros barridos por los vientos donde a veces aterrizaban las águilas, garabatear en sus pequeñas libretas los aforismos, uno de sus medios favoritos de expresión, se convirtió en una manera de vivir. En Sils-Maria escribiría o concebiría sus libros más importantes, La gaya ciencia, Así habló Zaratustra, Más allá del bien y del mal, El ocaso de los ídolos, El Anticristo.

Se alojaba en la casa –que era también tienda– del alcalde del pueblo y pagaba por el modesto cuartito donde dormía un franco al día. La casa de Nietzsche es ahora un museo y sede de la fundación que lleva el nombre del filósofo. Vale la pena visitarla, sobre todo si quien oficia de cicerón es su amable director, Peter André Bloch, que sabe todo sobre la obra y la vida de Nietzsche y es quien organiza los seminarios y coloquios que atraen a este bello pueblecito profesores, ensayistas y filósofos de todo el mundo. La casa ha sido totalmente restaurada y ofrece una soberbia colección de fotografías, manuscritos –entre ellos de poemas y composiciones musicales de Nietzsche–, primeras ediciones y testimonios de visitantes ilustres, como Thomas Mann, Adorno, Paul Celan, Hermann Hesse, Robert Musil y hasta el inesperado Pablo Neruda, que escribió aquí un poema. Boris Pasternak no pudo venir pero envió desde su confinamiento soviético un largo texto fundamentando su admiración por el filósofo.

La única habitación que no ha sido restaurada es el dormitorio de Nietzsche. Sobrecoge por su ascetismo. Una camita estrecha, una mesa rústica, una jofaina de agua y un lavador. Testigos de la época dicen que entonces estaba llena de libros. Pero lo cierto es que Nietzsche pasaba mucho más tiempo al aire libre que bajo techo y que pensaba y escribía andando o tomando un descanso entre las larguísimas marchas que efectuaba a diario. Duraban unas seis horas cada día y a veces ocho y hasta diez. Ahora a los turistas les muestran algunas rutas que, aseguran los guías, eran sus preferidas, pero es un puro cuento. En primer lugar el paisaje ahora es distinto, civilizado por la afluencia masiva de esquiadores durante el invierno, la apertura de carreteras y los chalets sembrados alrededor de las pistas de esquí. En tiempos de Nietzsche esta era tierra aún salvaje, sin caminos, abrupta. Tras una difícil caminata en medio de los pinares y nevados, casi en sombra, se abría de pronto un paisaje edénico, como el que inspiraría las bravatas y filípicas de Zaratustra.

Muchas veces Nietzsche se extravió en estas alturas desoladas y, otras, se quedó dormido y tuvo sueños grandiosos o terribles que evocó en sus poemas y en su música. Llevaba siempre en estas caminatas un pequeño atado con frutas y galletas, y las libretitas rayadas que le enviaba su hermana Elizabeth (se pueden hojear en el museo), fanática racista que, para justificar la calumniosa especie según la cual Nietzsche fue un precursor del nazismo, falsificó sus manuscritos y manufacturó una edición espuria de La voluntad de poder. En uno de los anaqueles de la Fundación se exhibe la célebre foto de Hitler visitando, acompañado por Elizabeth, el Memorial de Nietzsche en Weimar.

Muchas de las diatribas de Nietzsche contra la religión y, sobre todo, el cristianismo, la idea de que proclamar que la vida terrenal es solo un tránsito hacia el más allá, donde se vive la vida verdadera, ha sido el mayor obstáculo para que los seres humanos fueran soberanos, libres y felices y estuvieran condenados a una esclavitud moral que los privaba de creatividad, de espíritu crítico, de conocimientos científicos e iniciativas artísticas, se gestaron aquí, en Sils-Maria. Pero, curiosamente, en contra de una de las imágenes más persistentes de Nietzsche, la de un hombre huraño, sombrío y ensimismado, gruñón y colérico, por lo menos los siete años que vino aquí a pasar los veranos, dejó entre los vecinos una imagen radicalmente distinta: la de un hombre risueño y simpático, que jugaba con los niños, festejaba las bromas de los lugareños, y evitaba las chismografías y querellas de vecindario.

Es verdad que no fue nunca un fascista ni un racista; un sector del museo documenta con detalle su buena relación con muchos intelectuales y comerciantes judíos y las veces que escribió criticando el antisemitismo. Pero también es cierto que nunca fue un demócrata ni un liberal. Detestaba las multitudes y, en especial, las masas de la sociedad industrial, en las que veía seres enajenados por esa “psicología de vasallos” que engendra el colectivismo, que anulaba el espíritu rebelde y mataba la individualidad. Fue siempre un individualista recalcitrante; creía que solo el ser humano no gregario, independiente, segregado de la tribu, enfrentado a ella, era capaz de hacer progresar la ciencia, la sociedad y la vida en general. Su terrible sentencia, que era también un pronóstico sobre la cultura que prevalecería en el futuro inmediato –“Dios ha muerto”– no era un grito de desesperación, sino de optimismo y esperanza, la convicción de que, en el mundo futuro, liberados de las cadenas de la religión y la mitología enajenante del más allá, los seres humanos obrarían para sacar al paraíso de las nieblas ultraterrenas y lo traerían aquí, a la historia vivida, a la realidad cotidiana. Entonces desaparecerían los estúpidos enconos que habían llenado la historia humana de guerras, cataclismos, abusos, sufrimientos, salvajismos, y surgiría una fraternidad universal en la que la vida valdría por fin la pena de ser vivida por todos.

Era una utopía no menos irreal que las de las religiones que Nietzsche abominaba y que haría correr también muchísima sangre y dolor. Al fin y al cabo sería la democracia, que el filósofo de Sils-Maria tanto despreció pues la identificaba con el conformismo y la mediocridad, la que más contribuiría a acercar a los seres humanos a ese ideal nietzscheano de una sociedad de hombres y mujeres libres, dotados de espíritu crítico, capaces de convivir con todas sus diferencias, convicciones o creencias, sin odiarse ni entrematarse.

Sils-Maria, julio de 2015


"Nietzsche en Sils-Maria" Publicado por La República, julio 26 de 2015
  

Mario Vargas Llosa

viernes, 17 de julio de 2015

Pablo Neruda: A ciento once años de su natalicio

“El anciano monarca nos daba la mano a cada uno; nos entregaba el diploma, la medalla y el cheque; y retornábamos a nuestro sitio en el escenario...
Se dice... que el rey estuvo más tiempo conmigo que con los otros laureados, que me apretó la mano por más tiempo, que me trató con evidente simpatía.
Tal vez haya sido una reminiscencia de la antigua gentileza palaciega hacia los juglares.
De todas maneras ningún otro rey me ha dado la mano, ni por largo ni por corto tiempo


Dicen que la vida de un poeta siempre ha sido azarosa, sin embargo, la vida de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, más conocido como Pablo Neruda, ha sido la de un hombre desmedido en historias, riesgos, amores, logros, y altercados políticos que lo llevaron incluso al exilio. Otra de sus pasiones fueron las mujeres. Fue así que se casó tres veces y tuvo numerosas amantes.


Por Luis Felipe Alpaca 

 
En principio, Neruda firmaba con dicho nombre para que el padre no enfadara de tener un hijo poeta, aunque otros afirman que está inspirado en Norman-Neruda, una violinista que figura como un personaje de la novela “Estudio en Escarlata” de Arthur Conan Doyle.

Su inicial estancia en la ciudad de Temuco, provista de inmensos parajes naturales, como los bosques del valle central de La Araucanía influyeron en su visión poética. Precisamente, en dicha ciudad a la edad de trece años publicó en el diario local su primer artículo, que posteriormente se convertiría en su primer libro de poemas “Crepusculario” (1923), seguido por su ya célebre y modernista “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”. Asimismo, incursionó en el vanguardismo con “Anillos”, “Tentativa del hombre infinito”, y “El habitante y su esperanza”.

Neruda y el franquismo 

 
Luego de que estallara la guerra civil española y de que fusilaran a su amigo Federico García Lorca, Neruda toma la decisión de apoyar al movimiento republicano, coyuntura que influenció en su posterior poesía de rasgos sociales y políticos. Amigo del notable Octavio Paz, el poeta chileno no pudo evitar algunas escaramuzas con el mexicano devenidas por razones políticas. Felizmente, y luego de una reconciliación que aguardó veinte años, Paz esgrimió: “Musito el nombre de Pablo Neruda y me digo: lo admiraste, lo quisiste y lo combatiste. Fue tu enemigo más querido”. En dicha época, los intelectuales que presenciaron la guerra civil, se situaron en dos grupos definidos: los que se comprometieron con el frente-populismo, entre los que se hallaron Neruda; y los que defendieron a Franco, que militaban en el partido falangista de ideología fascista.

Neruda retornó a Chile en 1937, y momentáneamente abandonó el proceso de su obra para ayudar directamente a los refugiados españoles que se encontraban en distintos campos de concentración. Entonces, le planteó al presidente Pedro Aguirre Cerda de Chile dicha gesta noble, y ante la aprobación del mandatario, él mismo viajó enseguida a Francia en su calidad de Cónsul Especial para la Inmigración Española, entonces, se crea el S.E.R.E., Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. Se contrató un viejo carguero francés, el buque “Winnipeg“, a la Compañía France – Navigation para el traslado a Chile de más de 2.000 refugiados, entre adultos y niños. Ante la hazaña fraterna del poeta chileno, su amigo Pablo Picasso daba favorables entrevistas declarando el invalorable esfuerzo que realizaba Neruda para que la nación de Chile proceda a ejercer el oportuno asilo.

Algunos pasajes históricos del traslado de los refugiados se describen en una de las páginas de su libro autobiográfico “Para Nacer He Nacido”:

“Los trenes llegaban de continuo hasta el embarcadero. Las mujeres reconocían a sus maridos por las ventanillas de los vagones. Habían estado separados desde el fin de la guerra civil. Y allí se veían por primera vez frente al barco que los esperaba. Nunca me tocó presenciar abrazos, sollozos, besos, apretones, carcajadas, de dramatismo tan delirantes”.

Luego de ocho años de espera llegó el Premio Nobel 

 
Después de accidentadas deliberaciones, en 1963 la Academia Sueca autorizó la candidatura del poeta Pablo Neruda para tentar tan prestigioso galardón. Y el 21 de octubre de 1971, se anunciaba al nuevo ganador del Premio Nobel de Literatura. Neruda se trasladó a Estocolmo para recibirlo el 10 de diciembre del mismo año, en una ceremonia repleta de gente que guardaba un silencio sepulcral, y que solo aplaudía cuando se requería. Según el texto de sus memorias Neruda escribió:

“El anciano monarca nos daba la mano a cada uno; nos entregaba el diploma, la medalla y el cheque; y retornábamos a nuestro sitio en el escenario...

Se dice... (O se lo dijeron a Matilde para impresionarla) que el rey estuvo más tiempo conmigo que con los otros laureados, que me apretó la mano por más tiempo, que me trató con evidente simpatía.

Tal vez haya sido una reminiscencia de la antigua gentileza palaciega hacia los juglares.

De todas maneras ningún otro rey me ha dado la mano, ni por largo ni por corto tiempo.

Aquella ceremonia, tan rigurosamente protocolar, tuvo indudablemente la debida solemnidad. La solemnidad aplicada a las ocasiones trascendentales sobrevivirá tal vez por siempre en el mundo. Parece ser que el ser humano las necesita.

Sin embargo, yo encontré una risueña semejanza entre aquel desfile de eminentes laureados y un reparto de premios escolares en una pequeña ciudad de provincia”.

Matilde quiere agregar algo...

"Ese espíritu travieso y bromista que Pablo poseía, aun en los momentos más solemnes y significativos de su vida, constituía mi admiración. Por ejemplo, cuando estaba vistiéndose para la gran ceremonia en que recibiría el Premio Nobel, se miraba las colas del frac y, riendo, decía: "Siento la misma sensación que cuando me disfrazo en Isla Negra. Si pudiera pintarme mis bigotitos, todo sería perfecto".

"Cuando se disfrazaba, cosa que le gustaba mucho hacer, siempre se pintaba bigotes con un corcho quemado. Era un bigote pequeño y había logrado tal maestría que siempre se los pintaba iguales, sin necesidad de mirarse en un espejo.

La partida del poeta

Pablo Neruda nació un 12 de julio de 1904 – y murió a los 69 años de edad, el 23 de septiembre de 1973. Su última aparición en público fue el 5 de diciembre de 1972, donde el pueblo chileno realizó un homenaje al poeta en el Estadio Nacional. A los dos meses, en febrero de 1973, renuncia a su cargo de embajador en Francia, por razones de salud.

Luego del golpe militar del 11 de septiembre su salud empeoró y a los ocho días es trasladado de urgencia desde su casa de Isla Negra a Santiago, donde muere debido a un cáncer de próstata el día 23 a las 22.30 en la Clínica Santa María.

No fue hasta el 12 de Diciembre de 1992, después de diecinueve años de su fallecimiento, en que pudo cumplirse su deseo: que su cuerpo fuese enterrado en su casa de Isla Negra (Chile) frente al mar, que tanto amó, y que fue cómplice de su más grande creación. Han transcurrido ciento once años desde el día en que el poeta vio la luz por primera vez, y transcurrirán muchos más, hasta que esa misma luz no descanse en su labor de alumbrar al que siempre fue el más grande.

Lea la versión completa en el siguiente enlace:
"Pablo Neruda: A ciento once años de su natalicio"
Diario 16. Publicado:12 de Julio del 2015